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Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas
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En el año 1959, el explorador Thor Heyerdahl cautivó al mundo con una atrevida odisea moderna que muchos consideraron temeraria y casi suicida: atravesar el Océano Pacífico desde las costas de Perú hasta la lejana Polinesia. Su embarcación era una rudimentaria balsa de madera y cáñamo, impulsada únicamente por una vela.
Bautizada como Kon-Tiki, en honor al antiguo dios andino Viracocha, esta expedición tenía como objetivo demostrar que era posible la teoría de que los antiguos habitantes de la Polinesia habían llegado a estas remotas islas navegando desde las costas sudamericanas en balsas similares, teoría que muchos consideraban absurda.
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Con el financiamiento obtenido a través de préstamos y donaciones, Heyerdahl y su equipo de cinco navegantes se embarcaron en la Kon-Tiki en abril de 1947. Durante 101 días, desafiaron los elementos mientras recorrían más de 7.000 kilómetros de océano abierto, enfrentándose a todo tipo de peligros y adversidades. Aunque muchos presagiaban un trágico final, la tripulación finalmente llegó sana y salva a las remotas islas Tuamotu, en la Polinesia.
La hazaña de Heyerdahl no solo despejó las dudas sobre su hipótesis, sino que también le valió una gran admiración en todo el mundo. Sin embargo, la comunidad científica se mantuvo escéptica hasta el año 2020, cuando análisis de ADN confirmaron que las poblaciones polinesias efectivamente compartían marcadores genéticos con las de Sudamérica.
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