Mujeres travestidas desafiando roles de género

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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST

En el libro bíblico del Deuteronomio se establece que «La mujer no se pondrá ropa de hombre, ni el hombre un vestido de mujer». Esta norma era considerada una transgresión, un acto de rebeldía o un ataque a la decencia y el buen gusto, castigado incluso por la ley.

A lo largo de la historia, hombres y mujeres desafiaron esta prohibición de vestir prendas del sexo opuesto de diferentes maneras. Christine Bard, en su obra Historia política del pantalón, señala que los hombres que se travestían eran vistos como «envilecidos» al adoptar prendas de un estatus inferior.

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En Europa, hasta casi el siglo XX, las leyes regulaban las diferencias de vestimenta entre hombres y mujeres. Incluso la Revolución francesa no alteró esta situación.

En 1793, la Convención Nacional francesa aprobó un decreto que permitía a los plebeyos vestir prendas reservadas a la aristocracia, pero esta libertad estaba limitada a las prendas propias de su sexo. Siete años después, en París, la policía exigía a las mujeres que quisieran vestirse de hombre obtener una autorización policial.

Mujeres soldado

A pesar de las prohibiciones, muchas mujeres en los siglos XVIII y XIX optaron por vestir prendas masculinas. Sus motivaciones eran diversas, pero todas buscaban acceder a ámbitos sociales o profesionales reservados a los hombres, como el ejército.

 

hannah snellhannah snell

hannah snell

Hannah Snell (1723-1792).  «James Gray» sirvió durante varios años en la Armada británica.

Cordon Press

Por ejemplo, Antonia Masanello, conocida como «la heroína de Italia», se vistió de hombre y se unió a su marido en la Expedición de los Mil en 1860. Otro caso es el de Deborah Sampson, quien se unió al ejército de George Washington en 1782 y llegó a extraerse un balazo ella misma para ocultar su identidad.

En el siglo XVIII, Hannah Snell se unió a la infantería y después a la marina bajo el nombre de James Gray, participando en combates en la India y reclamando una compensación antes de revelar su verdadera identidad. Mary Lacy, conocida como William Chandler, pasó doce años en la Royal Navy como carpintero antes de confesar su identidad.

Algunas mujeres se travestían para trabajar en buques de guerra, como Isobel Gunn en el siglo XIX, o para viajar y explorar el mundo, como Jeanne Baret en el siglo XVIII.

Travestidas urbanitas

En las grandes ciudades, vestirse de hombre era a menudo la única forma en la que las mujeres podían acceder a lugares vetados. La ropa masculina simbolizaba autonomía, seguridad y rebeldía, aunque no siempre implicaba la negación de la identidad femenina.

 

Permission de travestissementPermission de travestissement

Permission de travestissement

Wikimedia Commons

Por ejemplo, Rosa Bonheur adoptó el vestido masculino para poder pintar animales en granjas y mataderos con mayor comodidad. En España, Concepción Arenal asistió a la universidad travestida para estudiar Derecho, al igual que Margaret Bulkley, quien se convirtió en un cirujano llamado James Barry.

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Con el tiempo, las restricciones sobre la vestimenta femenina se relajaron. A finales del siglo XIX, la popularización de la bicicleta permitió a las mujeres adoptar prendas más cómodas, y el feminismo y la integración laboral de las mujeres contribuyeron a normalizar lo que antes se consideraba una amenaza al orden establecido. Sin embargo, en París, la prohibición de que las mujeres usaran pantalones no se abolió formalmente hasta 2013.

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