Tanto en la antigüedad como en la actualidad, los seres humanos han sentido una especial conexión con ciertos animales, llegando incluso a tratarlos como iguales en muchas ocasiones. Los antiguos egipcios no fueron la excepción, y dejaron evidencia de su amor y respeto por sus animales de compañía.
Desde faraones hasta personas de todo tipo y condición, desarrollaron un profundo cariño por sus mascotas, especialmente perros, gatos y monos, e incluso en casos menos comunes como gacelas y patos. Los egipcios consideraban a estos animales como miembros de su familia, cuidándolos en vida y honrándolos en la muerte.
En la sociedad egipcia, los perros eran los animales de compañía más apreciados, como lo demuestra el caso de Abutiu, un lebrel que vivió durante la dinastía VI y fue el perro favorito de un faraón. Este gozaba de tanto aprecio por parte del faraón que incluso recibió un elaborado entierro en la necrópolis de Giza, aunque su ubicación exacta sigue siendo un misterio.
los queridos perros
Una inscripción encontrada por el arqueólogo George A. Reisner en 1935 menciona a Abutiu y revela el dolor del faraón por su pérdida: «El perro que era el guardián de Su Majestad, Abuwtiyuw es su nombre. Su Majestad ordenó su entierro con un ataúd real, lino fino, incienso y ungüento perfumado, construyendo una tumba en su honor».
Una inscripción descubierta por Reisner hace referencia a un perro llamado Abutiu.

Un hombre conduce a dos perros tipo lebrel gigantes. Relieve de la tumba de Mereruka en Saqqara.
Un hombre conduce a dos perros tipo lebrel gigantes. Relieve de la tumba de Mereruka en Saqqara.
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En otros casos, los dueños de perros optaban por ser enterrados junto a sus mascotas. Si el perro fallecía primero, era momificado y colocado en la tumba para acompañar a su amo en el más allá. Si ocurría lo contrario, el animal era enterrado cerca debido a que la tumba del dueño ya estaba sellada.
Un ejemplo es el perro encontrado en la tumba de Hay-min, de la dinastía XXX, que fue hallado acurrucado a los pies de su propietario, una escena que recuerda las representaciones caninas en tumbas medievales.
Otro perro conocido es Aya, enterrado en un ataúd de madera con una inscripción de ofrenda. También se ha descubierto la momia de un perro en la tumba KV 50 del Valle de los Reyes, enterrado junto a un babuino, posiblemente propiedad del faraón Amenhotep II.
gatos y animales exóticos
Los gatos también eran apreciados en el antiguo Egipto, como lo demuestra el caso de Tamyt, la gata del príncipe Tutmosis, enterrada en un sarcófago de piedra caliza. El sarcófago representa a Tamyt frente a un altar de ofrendas, mostrando el amor del príncipe por su mascota.
Además de perros y gatos, algunos egipcios tenían mascotas más exóticas como gacelas. Por ejemplo, la gacela de la princesa Isitemkheb D fue cuidadosamente preparada y enterrada en su tumba, al igual que la gacela encontrada en la tumba de Ankhshepenwepet.
La gacela de la princesa Isitemkheb D fue vendada con paños reales y colocada en un sarcófago de madera.


Sarcófago de Tamyt, la amada gata del príncipe Tutmosis. Museo de Bellas Artes, Valenciennes.
Sarcófago de Tamyt, la amada gata del príncipe Tutmosis. Museo de Bellas Artes, Valenciennes.
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Entre las mascotas exóticas halladas en las tumbas del Valle de los Reyes se encuentran momias de babuinos y patos, que sorprendentemente tenían sus colmillos extraídos para no dañar a sus dueños. Incluso se descubrió una pequeña momia en la tumba de la sacerdotisa Maatkare, inicialmente confundida con un niño.
La conexión entre los antiguos egipcios y sus animales de compañía era tan profunda que su amor trascendió incluso en la muerte, mostrando la importancia de estas criaturas en su cultura y sociedad.
Las pruebas radiográficas revelaron que lo que se creía que era un perro era en realidad un mono, una mascota muy apreciada por los antiguos egipcios hasta la época romana por su capacidad de entretener a sus dueños con sus travesuras y acrobacias. Estos monos, al morir, eran momificados de manera similar a los seres humanos, con un proceso que incluía la evisceración y el uso de natrón o sal para desecar el cuerpo, aceites aromáticos y resina para ungirlo, y vendas de lino para envolverlo. Se buscaba que la momificación fuera lo más veraz posible, incluso introduciendo paquetes de lino en el torso para mantener la forma del animal. De esta forma, las adoradas mascotas egipcias podrían acceder a la vida eterna junto a sus dueños en el más allá.