A principios del siglo XX, surgió una leyenda sobre Jean-Baptiste Tavernier, un comerciante de diamantes francés que supuestamente robó un diamante azul de la frente de una estatua dedicada a la diosa Sita en la India. Se decía que una maldición caería sobre quien poseyera la valiosa joya, conocida como Diamante Hope.
En 1668, Tavernier vendió el diamante al rey Luis XIV de Francia, y más tarde pasó a manos de Luis XV. Durante la Revolución Francesa, la joya fue robada junto con otros tesoros de la Corona, y posteriormente Napoleón intentó recuperarla sin éxito.
En 1812, apareció un diamante azul similar en manos de un comerciante inglés, lo que llevó a la especulación de que el Diamante Hope había sido dividido y vendido en partes. La maldición supuestamente afectó a varios propietarios posteriores, como Henry Philip Hope, quien le dio su nombre a la joya.
En 1901, el nieto de Hope vendió el diamante a un comerciante de Londres, y a partir de entonces, las desgracias parecían seguir a los propietarios. La actriz May Yohé alimentó la leyenda de la maldición con un libro y una película.
En 1911, los hermanos Cartier vendieron el diamante a Ned y Evalyn McLean, quienes experimentaron tragedias familiares y financieras. A pesar de todo, Evalyn conservó la joya y la donó al Instituto Smithsonian en 1958.
A lo largo de los años, varios incidentes curiosos han rodeado al Diamante Hope, lo que ha alimentado la creencia en la maldición. A pesar de todo, la joya sigue siendo una atracción en el museo y ha fascinado a científicos y visitantes por su peculiar color azul.