En torno al año 27 a.C., Marco Vipsanio Agripa, yerno del emperador Augusto, emprendió una ambiciosa transformación urbanística del Campo de Marte, un espacio situado fuera de las murallas de Roma, donde se alzaban importantes edificios de épocas anteriores. Allí, en terrenos que eran de su propiedad y con su dinero, Agripa levantó la basílica de Neptuno, en agradecimiento al dios del mar por los triunfos navales que le había concedido.
También construyó unas termas públicas, que fueron las primeras de la ciudad, y un gran estanque; todo abastecido por un nuevo acueducto, el Aqua Virgo, y completado con un largo conducto, el Euripo, que llevaba las aguas sobrantes hacia el río Tíber. Pero sobre todo el conjunto destacaba el Panteón, un templo monumental ubicado en un lugar de gran simbolismo para los romanos, ya que creían que allí había desaparecido Rómulo, el fundador de la ciudad y su primer rey, en medio de una gran tempestad, convirtiéndose acto seguido en un dios.
Siguiendo la tradición grecorromana, el edificio era de planta rectangular. Agripa quiso erigir una gran estatua de Augusto en su interior y dedicarlo al soberano, pero éste se negó por prudencia política; no debe olvidarse que Augusto había llegado al poder tras una cruenta guerra civil, y Julio César, su padre adoptivo, había sido asesinado por considerar que pretendía proclamarse rey. Dentro estarían los doce dioses del panteón romano, presididos por una estatua de César divinizado, acompañado por las imágenes de Venus y Marte.

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Bañado por la luz que penetra en el interior a través del óculo o apertura que corona la cúpula, el Panteón de Roma se construyó por iniciativa del emperador Adriano y fue un templo dedicado a todos los dioses.
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El emperador sólo autorizó la erección de una estatua suya y otra de Agripa en sendos nichos situados en el pórtico del edificio. Bajo el frontón de la fachada principal, una inscripción latina con letras de bronce rezaba: «Marco Agripa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, lo hizo». Cuando el emperador Adriano erigió un nuevo templo en este lugar, conservó aquel epígrafe, que aún puede leerse hoy en día, como homenaje a su constructor.
La gran obra de Adriano
Aquel primer Panteón, que sólo conocemos por las excavaciones arqueológicas, sufrió considerables daños a causa del incendio del año 80 d.C. y fue reconstruido por el emperador Domiciano. Más tarde, en el año 118, con motivo de la remodelación de este sector propugnada por el emperador Adriano, se derribó el antiguo templo de Agripa para dar paso al edificio que vemos hoy en día. Los arquitectos encargados del proyecto –posiblemente bajo la dirección de Apolodoro de Damasco– diseñaron una gran plaza rodeada de pórticos por tres de sus lados.

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Adriano erigió en Roma grandes monumentos, entre ellos su propio mausoleo (el actual castillo de Sant’ Angelo) a imagen del de Augusto. Busto del siglo II. Museo Capitolinos, Roma.
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Por entonces, la visión que el espectador tenía de la fachada era totalmente distinta a la actual, dado que el pavimento de la plaza estaba a un nivel más bajo que hoy en día y el pórtico del edificio se encontraba sobre un basamento o plataforma, de manera que para entrar en el recinto se tenía que subir por unos escalones dispuestos a ambos lados de la entrada. Desde el nivel de la plaza tampoco se veían la rotonda –el cuerpo cilíndrico del edificio– ni la cúpula. Por esta razón, alguien no advertido sólo percibía la fachada de un templo tradicional, sin sospechar el magnífico espectáculo que le aguardaba en el interior.
Una vez dentro, el visitante quedaba impresionado por la grandiosidad del espacio. Hoy, como hace casi dos mil años, la vista se alza instintivamente hacia lo alto para contemplar la espectacular cúpula semiesférica, que con un diámetro de 43,30 metros es la más grande jamás construida hasta el siglo XX. La cúpula se asienta sobre un formidable tambor, una base cilíndrica de seis metros de grosor que descansa sobre unos cimientos de hormigón romano (el llamado opus caementicium) de 4,5 metros de profundidad.
Este formidable tambor se construyó en tres secciones o niveles, separados por cornisas y hechos con materiales más ligeros a medida que se asciende en altura: desde el hormigón con inclusiones de travertino y piedra caliza del primer nivel hasta el hormigón y ladrillo del arranque de la cúpula, que constituye el tercer nivel. A partir de aquí se disponen estratos de hormigón con fragmentos de caliza porosa, y, al final, hormigón con piedra pómez muy porosa, hasta el óculo o apertura de casi nueve metros (8,92 m, según estudios recientes) de diámetro que corona la cúpula.
Aparte de usar materiales cada vez más porosos y de reducir el grosor de la cúpula a medida que ésta asciende en altura, para aligerar todavía más el peso de la cubierta se utilizó otra técnica: se adornó con cinco hileras de casetones, unos huecos cuadrangulares que permitieron reducir el espesor de la cúpula.
Una cúpula inmensa
Desde época romana, la enorme concavidad de la cúpula ha llamado la atención no sólo por su magnificencia, sino también por la incógnita de cómo pudieron los arquitectos romanos solucionar los numerosos problemas técnicos que conllevaba su construcción, interrogantes que aún no se han resuelto totalmente.

Speculum Romanae Magnificentiae The Pantheon, broken away to show the interior MET
El interior del Panteón. Sección longitudinal en un grabado anónimo de 1553, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.
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Los principales arquitectos del Renacimiento intentaron desvelar sus secretos, pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando los ingenieros, arquitectos y arqueólogos lograron profundizar en su estudio con análisis cada vez más pormenorizados. Uno de los últimos fue realizado en 2006 por Rabun Taylor, entonces profesor de la Universidad de Harvard, que propuso nuevas hipótesis de construcción.