En 1910 se celebró la octava edición del Tour de Francia, que contó por primera vez con la ascensión a una cima que se convertiría en uno de los grandes clásicos del ciclismo: el Tourmalet, un paso de montaña situado en los Pirineos.
La etapa había sido propuesta por Alphonse Steinès, un periodista deportivo que había sido enviado por la organización de la carrera en busca de etapas más desafiantes. Hay que decir que Steinès les engañó bastante: había dicho que era una “muy buena ruta, perfectamente practicable” a pesar de que él había estado a punto de morir al intentar subirlo a pie durante una tormenta de nieve.
De hecho, el primer ciclista del Tour en coronar el Tourmalet, Octave Lapize, terminó de subirla a pie y casi arrastrando su bicicleta. Tras recuperarse se quejó a la organización de la carrera por haber incluido aquella ascensión y les dijo que eran “unos asesinos”.
A pesar de eso, el Tourmalet se convirtió en un clásico de la ronda gala y ha formado parte del recorrido en más del 75% de ediciones del Tour, además de la Vuelta a España. Es una de las ascensiones más famosas y el paso de montaña más transitado del ciclismo profesional.