La devastadora plaga que azotó el Imperio bizantino durante el reinado de Justiniano.

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La peste es una pandemia icónica, asociada comúnmente con la peste negra del siglo XIV. Sin embargo, existe otra epidemia igualmente letal pero menos conocida que ocurrió casi mil años antes: la peste de Justiniano, la primera pandemia pestífera registrada en fuentes escritas.

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La peste de Justiniano llegó a Egipto desde Etiopía en el año 541, pero se hizo evidente cuando alcanzó Pelusio. Desde allí, se propagó por la costa de Levante, devastando Gaza en 542 y atacando Jerusalén, Antioquía y Constantinopla al año siguiente.

 

EL ESPLENDOR DEL IMPERIO BIZANTINO

En el momento de la epidemia, el Imperio de Justiniano estaba en su apogeo. A pesar de una reciente rebelión popular, había reconquistado tierras en Italia y el norte de África, y estaba en guerra con los persas por el control de Siria. Constantinopla, la capital bizantina, albergaba entre 500.000 y 800.000 habitantes, lo que la hacía vulnerable a la epidemia que estalló en la primavera.

La información sobre la epidemia proviene en su mayoría del historiador Procopio de Cesarea, quien presenció la enfermedad en Constantinopla. Basándose en la peste de Atenas descrita por Tucídides, Procopio ofreció una descripción detallada y analítica de la situación, evitando especulaciones religiosas. Observó minuciosamente los síntomas, como la relación entre la evolución de los bubones y las posibilidades de supervivencia.

El historiador Procopio de Cesarea describió con gran minuciosidad los síntomas del mal.

Mosaico en la iglesia de San Vital de Rávena, en cuyo centro se ha representado al emperador Justiniano.Mosaico en la iglesia de San Vital de Rávena, en cuyo centro se ha representado al emperador Justiniano.

Mosaico en la iglesia de San Vital de Rávena, en cuyo centro se ha representado al emperador Justiniano.

Mosaico en la iglesia de San Vital de Rávena, en cuyo centro se ha representado al emperador Justiniano.

Ercé (CC BY-SA 3.0)

Según Procopio, la peste provocaba la muerte de entre cinco mil y diez mil personas al día, generando pánico en la población. Constantinopla, una ciudad planificada por los romanos, se vio desbordada por la propagación del contagio a pesar de sus medidas preventivas.

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Belisario, caído en desgracia, es reconocido por uno de sus hombres. Óleo por François-André Vincent. 1776. Museo Fabre, Montpellier.Belisario, caído en desgracia, es reconocido por uno de sus hombres. Óleo por François-André Vincent. 1776. Museo Fabre, Montpellier.

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Histeria colectiva

Uno de los mayores desafíos fue la gestión de los cadáveres. Justiniano utilizó tumbas privadas para albergar cuerpos acumulados en fosas comunes, pero esto no fue suficiente. Las calles de Constantinopla, como la vía Mese, se convirtieron en escenarios desolados, llenos de cadáveres y tiendas cerradas.

Incluso el emperador Justiniano se enfermó gravemente, lo que llevó a rumores sobre su muerte inminente. En este vacío de poder, su esposa acusó a generales importantes de conspirar para tomar el trono. A pesar de la recuperación de Justiniano, las consecuencias de la epidemia fueron devastadoras y generaron interpretaciones religiosas y apocalípticas.

La emperatriz Teodora acusó a los generales Buzes y Belisario de conspirar para tomar el trono.

Belisario pidiendo limosna. Jacques-Louis David, 1781. Palacio de Bellas Artes, Lille.Belisario pidiendo limosna. Jacques-Louis David, 1781. Palacio de Bellas Artes, Lille.

Belisario pidiendo limosna. Jacques-Louis David, 1781. Palacio de Bellas Artes, Lille.

Belisario pidiendo limosna. Jacques-Louis David, 1781. Palacio de Bellas Artes, Lille.

PD

Además, se realizaron prácticas supersticiosas para combatir la enfermedad, como recurrir a la oniromancia y a magos que preparaban ungüentos con polvos de sepulcros de santos. La histeria colectiva se apoderó de la población, generando escenas caóticas y desesperadas en las ciudades afectadas.

La peste no solo significó muerte, sino también miedo y desorganización económica. La escasez de mano de obra provocó un aumento salarial y una inflación prolongada, afectando el comercio y la administración del Imperio bizantino.

Se tomaron medidas para mitigar el impacto en el sistema administrativo y legal del Imperio, pero las consecuencias a largo plazo fueron devastadoras. Las tropas se debilitaron, los territorios conquistados se perdieron y la epidemia marcó el inicio de una era de declive para el Imperio.

Las tropas, hasta entonces unidas y motivadas, se vieron diezmadas y debilitadas por la enfermedad.

aasílica de Santa Sofía, en la actual Estambul, reconstruida entre 532 y 537 por orden de Justiniano. Su diseño es obra de Isidoro de Mileto y de Antemio de Tralles.aasílica de Santa Sofía, en la actual Estambul, reconstruida entre 532 y 537 por orden de Justiniano. Su diseño es obra de Isidoro de Mileto y de Antemio de Tralles.

aasílica de Santa Sofía, en la actual Estambul, reconstruida entre 532 y 537 por orden de Justiniano. Su diseño es obra de Isidoro de Mileto y de Antemio de Tralles.

aasílica de Santa Sofía, en la actual Estambul, reconstruida entre 532 y 537 por orden de Justiniano. Su diseño es obra de Isidoro de Mileto y de Antemio de Tralles.

iStock

La peste se extendió desde Constantinopla por todo el Imperio, afectando especialmente a los puertos marítimos y fluviales. Este evento marcó un punto de inflexión entre la Antigüedad y la Edad Media en Europa, facilitando el surgimiento de los reinos bárbaros.

Después de cuatro meses, la peste disminuyó su intensidad y abandonó Constantinopla en otoño de 542, habiendo causado estragos en la población. En los años siguientes, la enfermedad acabó con la vida de millones de personas en todo el Imperio. A lo largo de los siglos siguientes, la peste resurgió en varias ocasiones, pero nunca con la misma virulencia inicial. Su última manifestación fue en Nápoles en 767, antes de reaparecer en 1347 como la peste negra.

 

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