El antiguo Egipto tuvo varias capitales a lo largo de su milenaria historia. Algunas han conservado parte de sus monumentos, como los templos de la antigua Tebas, mientras que otras se han desvanecido en la historia.
Una de estas fue Pi-Ramsés, la ciudad construida por el faraón Ramsés II, cuya ubicación fue un misterio durante mucho tiempo. Según las crónicas se encontraba en el brazo más oriental del delta del Nilo, pero había un problema: estos brazos van cambiando de curso con el tiempo, ya que el río transporta una gran cantidad de sedimentos que taponan los lechos y hacen variar el recorrido del agua.
En los años 20 se encontró, cerca de la actual ciudad de Tanis, un yacimiento cuyos edificios y monumentos parecían corresponder a Pi-Ramsés, por los numerosos sellos del faraón. Pero unos 30 años más tarde se descubrió, cerca de la ciudad de Qantir, una gran cantidad de cerámica que databa de esa misma época; y mediante el uso del escáner electromagnético, se encontraron los cimientos de una gran ciudad que incluía un palacio real.
La explicación final resultó sorprendente: Pi-Ramsés fue construida en Qantir, donde en aquel tiempo se encontraba el brazo más oriental del Nilo; pero con el paso del tiempo, el curso del río se desvío hacia el oeste. Puesto que el Nilo era la arteria comercial de Egipto, se decidió transportar toda la ciudad, piedra por piedra, hacia un nuevo emplazamiento a orillas del río, en Tanis. Otra muestra increíble de lo que la ingeniería egipcia era capaz de hacer.