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En la presente guerra de Ucrania los drones se han convertido en el arma definitiva, capaz tanto de espiar al enemigo como de golpearlo con extrema precisión. Su silencioso vuelo y gran maniobrabilidad los han convertido en un espía ideal de las posiciones enemigas, mientras que cargados de explosivos se han convertido en el terror de antiguos reyes del campo de batalla como los carros de combate. ¿Pero cuáles son sus orígenes?
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Las máquinas de guerra llevan formando parte de la guerra desde la invención del carro de combate en la Mesopotamia de la edad del bronce. Si bien la mayoría de estos ingenios bélicos requerían una tripulación, en el mundo naval empezaron a hacer su aparición las armas no tripuladas en forma de barcos en llamas llamados brulotes, que se arrojaban contra la flota enemiga a favor del viento para incendiarla.
Federico Giambelli fue el primero en modernizar estos artilugios durante el sitio de Amberes por los tercios, incorporando espoletas de contacto que hacían estallar los barriles de pólvora cuando la nave chocaba con el objetivo. Era el precedente de nuestros actuales torpedos, que hicieron su primera aparición en la guerra civil americana detonados por contacto o corriente eléctrica y a los que se les añadió un motor en 1866.
Con todo el origen de las armas por control remoto hay que buscarlo en el gran inventor Nicola Tesla, quien en 1898 exhibió un pequeño bote dirigido por ondas de radio en el Madison Square Garden de Nueva York. Solo tres años más tarde su competidor Edison patentaba el “torpedo eléctrico”, una bomba submarina propulsada por una hélice y guiada por cable que sería la primera de una nueva generación de terribles inventos.
El bautismo de fuego de las armas teledirigidas llegó durante la primera guerra mundial en forma de lanchas cargadas con toneladas de explosivos y aviones de reconocimiento guiados por radio. Más adelante, los nazis fueron pioneros en el uso de estos primeros drones, desplegando bombas planeadoras guiadas por cable y misiles a reacción equipados con un rudimentario sistema de autopiloto.
Terminado el conflicto global, la carrera armamentística de la guerra fría supuso un salto cualitativo en la evolución del dron, cada vez más sofisticado y autónomo. Vietnam fue un excelente campo de pruebas, en el que los americanos desplegaron aparatos equipados con cámaras de vídeo que eran recogidos al vuelo por un helicóptero en cuanto se les terminaba el combustible.
El paso decisivo que convirtió al dron en un elemento esencial en cualquier arsenal moderno llegó con la capacidad de transmitir imágenes en tiempo real alcanzada en los años ochenta, transformándolo en un perfecto avión espía al que se podía equipar con misiles para atacar al enemigo sin poner en riesgo vidas humanas.
La progresiva miniaturización y abaratamiento del dron lo ha convertido en un arma ideal para bombardear y espiar al enemigo desde la comodidad de un búnker. Los drones suicidas acaban hoy con tanques y naves con absoluta precisión, lo que llevará en un futuro a un nuevo tipo de guerra más ligera, basada en el control del aire mediante verdaderos enjambres de vehículos no tripulados.
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