Galileo y el desafío a la Iglesia: la lucha de un científico

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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST

Cuando se menciona a Galileo, una de las primeras imágenes que viene a la mente es la de un anciano sabio, ataviado con largos ropajes, dejando caer unas pesadas bolas desde lo más alto de la torre inclinada de Pisa. Este episodio en la vida del científico italiano se ha convertido ciertamente en legendario, destacando claramente la curiosidad de un hombre por descubrir los secretos de la física.

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El siglo XVII fue un período convulso para una Europa azotada por la guerra, las hambrunas periódicas, las crisis económicas y la división religiosa. En medio del caos que parecía engullir el continente, también hubo lugar para una serie de pensadores ansiosos por descubrir por sí mismos los secretos del mundo.

Para ello, se atrevieron a ir un paso más allá que sus predecesores y comenzaron a cuestionar la ciencia heredada de la Antigüedad, a poner en duda el legado de Aristóteles y Ptolomeo. Una revolución científica estaba en marcha y Galileo, para muchos el padre de la ciencia moderna y del método científico, fue uno de sus primeros impulsores.

Los años de estudio

Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564. Aunque su familia pertenecía a un linaje florentino de abolengo, los Galilei no eran ricos. Su padre, Vincenzo, se dedicaba al comercio de telas, pero su auténtica vocación era la música.

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Pronto se trasladó a Florencia y, bajo el patrocinio del intelectual y mecenas Giovanni de Bardi, impulsor de la Camerata Florentina, viajó a Venecia y Roma para mejorar su formación —con el paso del tiempo se convirtió en un reconocido musicólogo que tocaba el laúd de forma sublime—, mientras su esposa e hijos permanecieron en Pisa hasta que pudieron reunirse todos en la ciudad de Florencia algunos años más tarde.

En aquel marco, Galileo comenzó sus estudios de latín y de otras materias con un preceptor particular. Pronto mostró gran habilidad para construir —e incluso inventar— todo tipo de ingenios. A los once años, fue enviado al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, donde estudió teología, matemáticas, retórica y otras ciencias y artes. Galileo sintiese la llamada de la fe, pero su padre Vincenzo tenía otros planes para él: quería que su hijo mayor se dedicase a la medicina.

Los estudios médicos requerían en aquella época ciertos conocimientos de física aristotélica y, por fortuna para el joven Galileo, en la Universidad de Pisa —en la que ingresó— impartían clase Francesco Buonamici y Girolamo Borri, dos auténticos expertos en la materia.

La influencia de estos dos sabios fue determinante para atraer a Galileo hacia el campo de la física. Por otro lado, de la mano del matemático Ostilio Ricci, Galileo se inició en las matemáticas. Gracias a él descubrió los Elementos, de Euclides, y también cómo aplicar la geometría euclidiana a la arquitectura y la perspectiva.

Probablemente leyó en aquella época las obras de Arquímedes, pues más tarde inventó la balanza hidrostática, que utilizó para la medida de densidades, y enunció la ley de los vasos comunicantes. Después de cuatro años en la Universidad de Pisa, Galileo regresó a Florencia en 1585 sin un título con el que complacer a su padre Vincenzo.

Por aquel entonces, Vincenzo llevaba más de dos años tratando de encontrar regularidades entre la tensión y longitud de una cuerda y las consonancias de una octava musical.

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Fuente (para controlar el refrito): https://historia.nationalgeographic.com.es/a/galileo-cientifico-que-desafio-a-iglesia_20908

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