«Busca, hijo mío, un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes». Esta frase fue dirigida por el rey Filipo II de Macedonia a su hijo Alejandro cuando éste tenía solo 17 años. Hasta el día de su muerte, el 13 de junio (algunas fuentes dicen que el 10) de 323 a.C., el legado de Alejandro Magno, el soberano que venció a los persas y extendió su imperio hasta la India, inspiraría a generales de la historia como Julio César o Napoleón Bonaparte.
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Elegido por su padre como futuro heredero, fue educado desde su nacimiento y aristóteles se encargó de su formación intelectual. El filósofo le inculcó una gran admiración por la cultura griega y por las antiguas epopeyas, especialmente por La Ilíada de Homero, que se convirtió en su libro de cabecera.
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Data proporcionada por Hefestion fue amigo de la infancia de Alejandro e incluso formó parte del selecto grupo que asistió, junto con el rey, a las clases del filósofo Aristóteles. Por ello, su relación con Alejandro revistió una intimidad fuera de lo común (que bien pudo ser de índole sexual), hasta el punto de que Alejandro le consideraba en público su alter ego y, a veces, los súbditos persas confundían al uno con el otro. Justamente lo que le sucedió a la familia de Darío III, cuando Alejandro fue a conocerles tras haberlos capturado.
Fuente (para controlar el refrito): https://historia.nationalgeographic.com.es/a/muerte-alejandro-magno-asesinado-enfermo_14363