Considerado uno de los principales pensadores que inspiraron la Revolución Francesa, Jean-Jacques Rousseau fue un filósofo suizo que se destacó en diversas áreas más allá de la política, como la música, la escritura, la botánica y el naturalismo. Su defensa de la libertad lo convirtió en una figura influyente en su época, a pesar de no ser académico.
Nacido en Ginebra en 1712, Rousseau mostró interés por la lectura desde joven, influido por autores clásicos como Plutarco. Sin embargo, fue gracias a la influencia de Françoise-Louise de Warens, su madre de acogida, que desarrolló una gran ambición por el conocimiento y se trasladó a París en busca de nuevos estímulos.
En la capital francesa, Rousseau participó en círculos ilustrados y debates, chocando en ocasiones con otros filósofos como Voltaire. Mientras Voltaire defendía la «élite ilustrada», Rousseau abogaba por el rechazo a la ostentación y se identificaba con el pueblo, como se refleja en sus obras como «El contrato social» (1762).
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«Las personas en su estado natural son fundamentalmente buenas. Pero esta inocencia natural, sin embargo, está corrompida por los males de la sociedad».
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«El hombre ha nacido libre, y en todas partes está encadenado».
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«La verdadera sabiduría está en el reconocimiento de la propia ignorancia».
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«La igualdad no consiste en que todos sean iguales, sino en que todos tienen derecho a serlo cuando así lo deseen».
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«El dinero que poseemos es el instrumento de la libertad, el dinero que perseguimos es el instrumento de la servidumbre».
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“Siempre he sentido que la condición de autor era, y sólo podía ser, ilustre y respetable mientras no fuera una profesión. Para poder, para atreverse a decir grandes verdades, uno no debe depender del éxito”.
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«La juventud es el momento de estudiar la sabiduría, la vejez es el momento de practicarla».
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“Un hombre nunca debería avergonzarse de admitir que está equivocado; porque, al hacer esta confesión, demuestra que hoy es más sabio que ayer».