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Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas
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Sócrates fue uno de los mayores filósofos de la antigua Atenas; sin embargo, no fue apreciado por muchos de sus coetáneos, que creían que sus enseñanzas corrompían la moral y suponían un peligroso desafío al orden establecido.
Por ese motivo, en el año 399 a.C. fue acusado y sentenciado a muerte, aunque se le concedió la “gracia” de morir dignamente mediante el envenenamiento con cicuta. Aunque pudo haberse librado de la condena y escapar, prefirió acatarla para demostrar que era fiel a las leyes de Atenas incluso cuando le condenasen.
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Su última voluntad puede parecer anecdótica, pero manifiesta hasta qué punto era fiel a sus principios: cuando el veneno ya le estaba haciendo efecto, pidió a su discípulo Critón que no se olvidara de realizar un sacrificio pendiente al dios Asclepio, al que debían un gallo como ofrenda. Dicha anécdota es recogida por su discípulo más famoso, Platón, en el diálogo Fedón.
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