En las profundidades de Canaima, en Venezuela, se encuentra una de las mayores joyas de la naturaleza: el Salto Ángel, también conocido como la catarata más alta del mundo, con 979 metros de furiosa caída sobre la falda del río Auyantepuy.
Algunas fuentes aseguran que el primer occidental en observar y documentar esta maravilla fue -en 1927- el explorador catalán Félix Cardona, de quien se dice que se ganó la confianza de los pueblos locales para poder avanzar en su expedición. Así, el mismo relato evidencia que en este frondoso y peligroso paisaje vivían grupos de personas que conocían e interactuaban con su entorno a la perfección. ¿Quiénes eran?
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Hasta ahora, se creía que los únicos indígenas que habían habitado la región, considerada Parque Nacional desde 1962, eran los pemones, los kamarata y kamaracoto, que de hecho siguen ejerciendo como guardianes de este majestuoso espacio. Sin embargo, el reciente hallazgo de 20 emplazamientos arqueológicos con pinturas rupestres datadas de hace unos 4.000 años sugiere la presencia de «una nueva cultura previamente desconocida».
el significado ritual de las pinturas rupestres
El descubrimiento ha sido realizado por un equipo de investigadores liderado por el arqueólogo José Miguel Pérez-Gómez, y publicado en la revista Live Science. En el mismo entorno también se han encontrado restos de cerámica y herramientas de piedra que pueden haber sido utilizadas por la misma gente que creó los pictogramas sobre roca. No obstante, los expertos indican que se necesitarán más análisis para asegurarlo con certeza.
Por el momento, el equipo se centra en desvelar el significado de las numerosas pinturas rupestres detectadas. Se sabe que los diseños fueron pintados en color rojo y que muestran motivos geométricos como líneas de puntos, renglones de X, dibujos en forma de estrella y rectas que se conectan entre sí para formar una gran diversidad de figuras. Asimismo, hay representaciones simples de hojas y dibujos de personas con palitos.
salto ángel
Salto Ángel, Parque Nacional de Canaima (Venezuela).
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Lo que no está tan claro para los expertos es por qué crearon este arte: «Es casi imposible entrar en la mente de la gente que vivió hace tantos [miles de] años», señala Pérez-Gómez, pero «definitivamente estos signos tenían un significado ritual«.
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En otras palabras, del mismo modo que los frescos de las iglesias tienen un sentido para ciertas personas del pasado y del presente, las pinturas de Canaima podrían relacionarse, por ejemplo, con el nacimiento, las enfermedades, la renovación de la naturaleza o la buena caza: elementos que ejercen un papel fundamental en la cosmovisión de las culturas que habitan paisajes de este tipo.
Canaima, el «punto cero» de una misteriosa cultura
Pero quizá lo más relevante del estudio es lo que revelan, en términos etnológicos, estas pinturas rupestres. Y es que, aunque parecen constituir la primera muestra de arte rupestre en el entorno, existen evidencias anteriores de pinturas similares en lugares tan distantes como el río Amazonas, las Guayanas, el sur de Colombia y Brasil.
En este sentido, una de las principales hipótesis de la investigación, que todavía sigue en curso, es que las pinturas habrían sido elaboradas por una cultura que pudo haber nacido en Canaima y haberse expandido progresivamente por otras regiones de Sudamérica. De hecho, la datación estimada de las pinturas de Canaima se debe a un ejemplo parecido que se halló en Brasil y que databa de hace 4.000 años, pero Pérez-Gómez cree que el reciente descubrimiento puede ser incluso más antiguo.
Es complicado saberlo, por ahora. Sin embargo, es esa misma incógnita la que motiva a los arqueólogos a continuar explorando la región en busca de más pistas que permitan desvelar quiénes pertenecieron a esta misteriosa cultura. Eso sí, se trata de un trabajo que podría durar años, teniendo en cuenta que el proyecto se desarrolla en un paisaje con una extensión equivalente a la de Bélgica, pero protagonizado por una selva tropical tan fascinante como riesgosa.
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