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Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas
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A pesar de que llegó a convertirse en el hombre más poderoso de Europa en su momento, Napoleón Bonaparte tenía muchos complejos, algunos de los cuales nunca llegó a superar del todo. En particular se sentía acomplejado por sus orígenes, algo que le acompañó toda la vida.
Y es que el emperador no era tan francés a ojos de los propios franceses: era de Córcega, una isla que había sido comprada a Génova como si de una propiedad se tratase, pocos años antes del nacimiento del propio Napoleón. Los corsos eran vistos como gente provinciana y tratados con desdén. De hecho, durante su juventud Napoleón odió a Francia y a los franceses, a pesar de enrolarse en la academia militar siendo casi un niño.
Durante toda su vida, intentó ocultar por todos los medios sus orígenes. Cambió su apellido (originalmente se llamaba Buonaparte) y practicó el francés para disimular su acento genovés, algo que nunca logró del todo y que le hacía sentir muy acomplejado. Por ese motivo, evitaba hablar más de lo necesario y mucha gente creía que era reservado, cuando simplemente no quería que lo considerasen un pueblerino.
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