TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST
En su Arte de amar, el poeta Ovidio hablaba de cierta plaza de Roma como uno de los mejores parajes de la Urbe donde ir al encuentro de aventuras galantes, en especial junto a unas fuentes monumentales que salpicaban con sus aguas a los transeúntes.
Allí el abogado perdería la capacidad hasta de cuidar de sí mismo, o el orador de pronunciar una sola palabra, mientras la diosa Venus se reiría de sus cuitas pasionales desde el interior del templo de mármol que se alzaba en su honor.
Ovidio se refería al forum Iulium o foro de César, llamado así porque fue Julio César quien lo mandó construir. Hoy, de este espacio justo al noroeste del antiguo foro republicano sólo subsiste la base de los pórticos que lo rodeaban por tres de sus lados, así como tres columnas del templo de Venus situado en el cuarto lado.
En la Antigüedad, sin embargo, la obra despertó una gran admiración. Según un historiador del siglo III, Dion Casio, el foro que César mandó construir «es más hermoso que el Foro romano y le ha otorgado a este mayor dignidad».
El proyecto de este nuevo foro surgió en el año 54 a.C., cuando Julio César se encontraba en plena campaña de conquista de la Galia. Tres años antes, su gran rival, Pompeyo, había inaugurado en la capital un espléndido teatro, algo que César no podía dejar sin respuesta.
En la antigua Roma, como en el mundo antiguo en general, la financiación de obras públicas era un medio esencial de adquirir prestigio para todos aquellos que aspiraban a ejercer el poder.
Un nuevo foro
El principal objetivo del proyecto era ampliar el foro republicano mediante un espacio anexo que debía acoger las actividades públicas, administrativas y comerciales, para las cuales el viejo foro comenzaba a quedarse pequeño. César encargó a Cicerón, entonces amigo suyo, la adquisición de los terrenos.
El coste de la operación fue elevadísimo porque buena parte de la superficie estaba ocupada por viviendas privadas, según revela el mismo Cicerón en una carta a su amigo Ático: «Opio y yo hemos decidido que el foro [de César] se extenderá hasta el Atrium Libertatis. Hemos pagado por el terreno 60 millones de sestercios. No ha habido forma de obtener mejores condiciones por parte de los propietarios, pero lograremos hacer en él algo magnífico».
Algunas de estas casas eran propiedad del hermano de Cicerón, así que el gran retórico y su familia no debieron de ser ajenos a la especulación en una operación tan lucrativa.
Al precio de compra del terreno se sumaron 40 millones de sestercios más para la construcción de los pórticos y el gran templo que lo presidía. Julio César pudo hacer frente a tamaño desembolso gracias al botín logrado durante sus campañas militares en la Galia.
Los trabajos comenzaron en 51 a.C., casi en el mismo momento en que estalló la guerra civil entre César y Pompeyo. Fue precisamente en el transcurso de esta contienda fratricida, en los albores de la batalla de Farsalia, en 48 a.C., cuando César prometió a Venus –progenitora mítica y protectora de su linaje– que si derrotaba a Pompeyo erigiría un edificio de culto en su honor dentro de su propio foro.
Tras ganar la decisiva batalla, César cumplió su promesa e hizo levantar un templo consagrado a Venus Genetrix («Engendradora»). De este modo, el Foro se convirtió en una evocación pétrea del prestigio militar de César y en un espacio de exaltación de su genealogía divina.
Inauguración por todo lo alto
Aunque aún no se habían completado, el templo y el foro fueron consagrados en 46 a.C. La premura fue tal que Arcesilao, el escultor encargado de realizar la estatua de culto de la diosa Venus, apenas tuvo el tiempo suficiente para ultimarla.
Según relata el mismo Dion Casio, el día de la inauguración, el 24 de septiembre, César, coronado de flores y precedido por un cortejo de elefantes que portaban antorchas y regalos para el público, presidió unos juegos magníficos, que incluyeron competiciones de todo tipo, combates gladiatorios y venationes (enfrentamientos entre hombres y fieras), en las que se mostraron animales tan exóticos y desconocidos en Roma como el «camello-leopardo», es decir, las jirafas. Como colofón, César «hizo que se desarrollara una batalla naval, no en el mar ni en una laguna, sino sobre tierra firme», en el Campo de Marte.
Quien entraba en el área del foro de César se encontraba en medio de una explanada alargada rodeada por un doble pórtico, en cuyo fondo se alzaba la fachada del templo de Venus, al que se accedía por sendas escalinatas laterales.
En la plaza, la vista se interrumpía por una estatua ecuestre que se alzaba en medio del espacio.
Emulando el afecto de Alejandro Magno por su caballo Bucéfalo, César se retrató sobre su caballo favorito, Genitor, con patas delanteras que se parecían a las humanas, según descripciones de Plinio el Viejo y Suetonio.
En la cella del templo se exhibían piezas escultóricas, obras pictóricas y objetos de lujo, ofrendas a la deidad para maravillar a los visitantes.
Destacaba una imagen en bronce dorado de Cleopatra, cuadros mitológicos de Timómaco de Bizancio y una coraza adornada con perlas de Britania.
La curia Julia
En el ángulo sureste de la plaza, César construyó una nueva curia para el Senado, utilizando el templo de Venus Genetrix como telón de fondo para las reuniones.
César actuaba como divinidad, sin levantarse ante los senadores, lo que provocó su magnicidio en el año 44 a.C. durante una reunión en el teatro de Pompeyo.
Su foro, el forum Iulium, se mantuvo como recuerdo de su contribución al Imperio, con las tres columnas del templo de Venus reconstruidas en la década de 1930.