30 años después de la finalización de la restauración de la Capilla Sixtina

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Los frescos pintados por Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina, ubicada en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, son una verdadera joya del arte renacentista. Las escenas que allí se han representado mediante magníficas obras de la pintura como la creación de Adán y Eva, el diluvio o el juicio final destacan por su calidad y sus vibrantes colores, que han atraído las miradas de millones de visitantes.

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No obstante, esto no fue siempre así. El estado actual de los frescos es fruto de un largo y complejo proceso de restauración que culminó en 1994, hace ahora 30 años, ideado para realzar de nuevo la belleza de un importante monumento para la historia de la humanidad, que había sufrido cierto deterioro tras siglos de estar en contacto con polvo y hollín.

El proyecto fue llevado a cabo por un grupo de expertos entre las décadas de 1980 y 1990, patrocinado por una potente cadena de televisión japonesa que invirtió un total de más de 18 millones de euros durante los 13 años que duraron los trabajos de restauración.

Tal y como explican los documentos históricos, el papa Julio II encargó a un joven Miguel Ángel Buonarroti la decoración de la bóveda de la capilla en el año 1508. Por entonces, el artista ya había conseguido cierta fama por la calidad de sus esculturas, como el icónico David o la Piedad, pero no tenía demasiada experiencia en el ámbito de la pintura.

Aun así, Buonarroti tomó el desafío, creando en un espacio temporal de 4 años una extraordinaria obra que fascina a los eruditos del arte, repleta de iconografía cristiana y escenas inspiradas en el Antiguo Testamento. Finalmente esta se pudo inaugurar el 31 de octubre de 1512, y el dominio del pincel de Miguel Ángel resultó ser excepcional, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad de la creación.

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La técnica empleada fue la pintura al fresco, muy común en paredes y techos, que se consigue mediante la reacción entre el yeso húmedo de cal y la posterior aplicación de pigmentos a base de agua. Al secarse la mezcla, las imágenes quedaban grabadas en la superficie, prácticamente imborrables.

Sin embargo, el paso del tiempo, el uso de velas y el inevitable cúmulo de suciedad trasportado por el aire habían oscurecido la obra, apagando sus verdaderos colores y haciendo pensar que el gran artista renacentista era reacio al uso de tonos luminosos.

La delicada tarea de limpieza de la bóveda con agua destilada y disolventes suaves reveló que, en realidad, sus colores originales eran inesperadamente más intensos. También se repararon algunas grietas y manchas de humedad que se habían formado en las paredes y techos de la capilla. Tan cuidadosa fue la labor que tardaron tres veces más en completarla de lo que Miguel Ángel tardó en pintar su gran obra maestra.

Daniel Capilla SixtinaDaniel Capilla Sixtina

Daniel Capilla Sixtina

Antes y después de la restauración del Daniel pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

Wikimedia Commons

nINGUNA RESTAURACIÓN ESTÁ EXENTA de controversia

Varios restauradores e historiadores del arte han catalogado la restauración cuanto menos como polémica, y es que los expertos no han logrado llegar nunca a un acuerdo en cuando a la conservación de monumentos se refiere: ¿se puede reconstruir el patrimonio cultura? o es más, ¿se debe hacer, a riesgo de que la restauración se aleje de la obra original?

En el caso de los frescos de la Capilla Sixtina, la controversia tuvo que ver justamente con los brillantes colores anteriormente mencionados, pues algunos expertos consideraron que las correcciones destruyeron sombreados que podían haber formado parte de la pintura original.

Además, los productos aplicados para la restauración sirven para eliminar cualquier producto que se haya ubicado por encima del yeso fresco, aunque no dañan los pigmentos aplicados en él. Sin embargo, en caso de que Miguel Ángel hubiera hecho correcciones posteriores a su obra, estas se habrían pintado en seco, y por tanto sí que se habrían borrado durante el proceso de restauración.

A pesar de que la discusión no llegó a una conclusión, la polémica se considera cerrada a día de hoy.


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