La primera vez que escuché sobre la agrupación de electores de Luis Alvise Pérez fue durante las elecciones europeas, en una barbacoa. Mientras cocinaba la chistorra, el anfitrión me preguntó: «¿Qué opinas de Se Acabó La Fiesta (SALF)?» Respondí de inmediato, «Me parece que es tirar el voto».
Más tarde, la realidad me sorprendió nuevamente: SALF obtuvo más de 800,000 votos y tres escaños.
El anfitrión vive en el norte de Madrid, es exitoso profesionalmente y su atracción por Alvise no tiene motivos económicos evidentes. Basta con mirar su imponente chalet para comprender que no es una víctima de la globalización que respalda a Donald Trump, Boris Johnson o Marine Le Pen.
Pedro Sánchez ha etiquetado a SALF como una de las «tres ultraderechas», sumando al saco de la ultraderecha con el que asusta a la gente de izquierda, sin embargo, el 41% de los votantes de Alvise se identifican como de centro y el 36% como de derechas. Solo el 21% se considera extremista en su ideología.
¿Cómo ha logrado reunir un grupo de seguidores tan diverso?
La era de la pospolítica
Los reportajes recientes ofrecen algunas pistas al respecto.
Rodrigo Terrasa plantea en El Mundo que Occidente está viviendo una nueva etapa. «Con ustedes —anuncia—, la pospolítica. Sea lo que sea. La política sin intermediarios, sin ideología, sin relación con la verdad, la política sin escrúpulos». Y hace referencia a un artículo del asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí que definió la pospolítica como «aquella en la que los hechos objetivos tienen menos influencia en la toma de decisiones públicas que los pensamientos y creencias basados en prejuicios, obsesiones o falsedades».
Es una idea tentadora, pero ¿cuándo la política ha sido dominada por hechos objetivos? ¿Y cuándo ha estado libre de prejuicios, obsesiones o falsedades?
Los políticos siempre han tenido una relación complicada con la verdad. Platón recomendabandaba «hacer uso del engaño por el bien de los gobernados», y aquellos que ignoraron su consejo lo lamentaron. «Recuerdo los 35 días de campaña [de 2011] como el momento más feliz de mi vida política —cuenta Michael Ignatieff en sus memorias Fuego y cenizas—. Pensé que estábamos en unas elecciones, pero estábamos en un reality show. Pensé que el contenido interesaba. Pensé que los números en un programa deben ser coherentes. […] Nada de esto importaba».
Técnica del populismo
María Albert destaca en Distrito que «en la página web de la formación [de Alvise] no se recoge ninguna medida», pero esto no es algo nuevo.
SALF sigue la técnica del populismo de izquierda. Su discurso se llena de «significantes vacíos», es decir, proclamas genéricas contra la corrupción y la delincuencia. ¿Quién estaría a favor de la corrupción y la delincuencia? Esta falta de concreción amplía su base electoral. Además, ¿por qué fijar objetivos definidos? Tendrían que dar explicaciones sobre cómo piensan lograrlos y, peor aún, podrían exigírselos. La vaguedad no compromete y permite que cada uno interprete a su manera.
Las utopías más atractivas son deliberadamente vagas: nadie ha matado en nombre de La ciudad del Sol de Campanella.
Ruiz-Mateos y Chikilicuatre
Entre los análisis, la tesis del voto extravagante no falta.
«La gente ha llevado a Alvise al Parlamento Europeo de la misma manera que envió a Rodolfo Chikilicuatre a Eurovisión a bailar el brikindans. Para burlarse del sistema», argumenta Terrasa. Aunque las elecciones europeas son propicias para desahogarse, 800,000 votos me parecen un exceso de broma. Se menciona con razón el caso de José María Ruiz-Mateos en 1989, pero los 600,000 votos para el fundador de Rumasa no buscaban una simple risa viendo la reacción de Carlos Solchaga.
Finalmente, Javier Escartín profundiza en el HuffPost sobre la teoría del hartazgo.
«[Alvise] representa un sentimiento cada vez más común en Europa», escribe citando al sociólogo Ignacio Jurado, quien incluye a un público que está acostumbrado «a los bulos y a las teorías de la conspiración, y que cree en aquello de que cuanto peor, mejor». Aunque pueda haber algo de esto en el ascenso de SALF, no veo al anfitrión de la barbacoa involucrado en un movimiento nihilista desde su chalet en el norte de Madrid.
La sociedad enferma
Hasta aquí lo que dicen los expertos sobre los seguidores de Alvise, pero ¿qué opinan los seguidores de Alvise sobre los expertos? El artículo de Rodrigo Terrasa en El Mundo tiene más de cien comentarios.
«¿Realmente les sorprende que Alvise haya obtenido 800,000 votos? —dice Surfero 70—. A mí me parece mucho más sorprendente que un individuo sin moral alguna, sin ética, mentiroso y sin ideología más allá de la necesaria para mantenerse en el poder, capaz de pactar tanto con la extrema izquierda (Podemos) como con la extrema derecha (Junts) y con un programa pero sin intención de cumplirlo, ¡haya obtenido MÁS DE CINCO MILLONES DE VOTOS!»
«La sociedad enferma es la que vota al PSOE, enferma y dependiente —dice Zagal 2—. Y es la que debemos superar».
«No recuerdo a un político español más mentiroso, estafador y corrupto que él [Pedro Sánchez] —comenta Tabarnia Libre—. Un individuo sin escrúpulos que es capaz de dejar que delincuentes golpistas redacten leyes que les borren sus delitos para mantenerse en el poder.
Un político que opta por la polarización de la sociedad en trincheras enfrentadas para mantenerse en el poder. El problema de España es el Sr. Sánchez Chávez. Y el rebaño que le vota tragando con todo».
Etcétera, etcétera, etcétera.
Las razones de los sanchistas
Con diferentes formulaciones, Surfero 70, Zagal 2 y Tabarnia Libre se preguntan cómo a estas alturas puede nadie seguir votando a Sánchez, y se me ocurren tres respuestas.
En primer lugar, la economía va bien. El PIB crece, la inflación es moderada y batimos récords de empleo. Todo esto es muy relevante. Uno de los predictores más fiables de las presidenciales en Estados Unidos es la evolución de la renta disponible de los hogares. Si hacia mayo-junio está aumentando, el inquilino de la Casa Blanca tiene muchas más probabilidades de salir reelegido en noviembre.
En segundo lugar, para sus incondicionales, Sánchez no miente; rectifica.
La amnistía atenta contra la igualdad de todos los españoles, pero en aras del bien superior de la concordia, porque ha devuelto al redil a unos independentistas que se habían echado al monte. Pactar con Bildu nos espanta ahora, pero es lo que se prometió a los etarras cuando mataban: «Si abandonáis la violencia —se les dijo—, podréis integraros en el Congreso como una fuerza más». En cuanto a la mujer y el hermano del presidente, son inocentes mientras no se demuestre lo contrario, como clamaban quienes hoy se rasgan las vestiduras cuando los investigados eran Francisco Camps o Rita Barberá.
Finalmente, el tercer motivo por el que tantos siguen apoyando a Sánchez es porque nunca consentirán que gobierne la derecha. Como dicen que dijo Roosevelt de Somoza: «Será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».
La rendición de cuentas no funciona
¿Cuánto pesa cada uno de estos motivos en el ánimo de los sanchistas?
No hay modo de saberlo, pero los seguidores de Alvise están convencidos de que el tercero es, con diferencia, el más importante. De ser ciertas sus sospechas, nos encontraríamos ante la desactivación del mecanismo de rendición de cuentas, una pieza medular de la democracia. «Solo hay dos formas de gobierno —escribe el filósofo Karl Popper—: aquellas en las que es posible deshacerse del Ejecutivo sin derramamiento de sangre y aquellas en las que no es posible. Esa […] es la cuestión verdaderamente importante».
Y por desgracia, abundan las señales que dan la razón a los defensores de Alvise.
Los españoles nos hemos ido aislando en nuestras cámaras de eco y no atendemos ya a los argumentos del adversario. El problema, por más que Sánchez lo haya exacerbado, no es de ahora. Cristina Pedroche tampoco entendía a las personas que, en medio de escándalos como la trama Gürtel o el caso Bárcenas, insistían en votar a los dirigentes del PP «aunque les robaban».
¿Puede una democracia funcionar cuando los ciudadanos se transforman en hooligans acríticos?
Difícilmente. Esa pospolítica sin ideología, sin relación alguna con la verdad y sin escrúpulos se abre paso allí donde los votantes la toleran. Cuando una sociedad se muestra implacable con los políticos indecentes, estos se buscan otra ocupación o emigran a climas más propicios. Pero si transigimos con el abuso y el engaño porque los perpetran nuestros hijos de puta, solo podemos esperar más abusos, más engaños y más Alvises.
Se pide reescribir el siguiente artículo manteniendo el mismo número de palabras y conservando las etiquetas HTML correspondientes.
La tarea consiste en mantener la estructura del texto original pero utilizando sinónimos y reorganizando las ideas para presentar una versión diferente del mismo contenido.