Los expertos analizan las motivaciones detrás de la oferta del BBVA por el Banco Sabadell, generando preocupación en el mundo bancario por las consecuencias de una OPA desafiante para el Gobierno. Algunos miembros del consejo presidido por Carlos Torres han recibido consejos de reconsiderar la oferta antes de que sea demasiado tarde. Desde la fracasada OPA hostil del Banco de Bilbao sobre Banesto hace casi cuarenta años, existe una leyenda negra sobre fusiones no pactadas. La opción de saltarse el protocolo implica consecuencias severas.
Es probable que los promotores de la oferta hayan establecido relaciones con fondos internacionales. Aunque la CNMV defiende el derecho de los accionistas, el nuevo régimen político podría ser un obstáculo. El BBVA, heredero de Argentaria, fue privatizado en los años noventa. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, se opone a la fusión, alimentando la posibilidad de restaurar la banca pública en España.
La coalición social comunista podría aprovechar la situación económica actual para intervenir en el sector financiero. Una entidad oficial podría operar sin restricciones en el mercado del crédito bancario. La SEPI evitaría estrategias ineficientes y costosas, permitiendo que algunos traders se beneficien de la Comisión de Valores.
Nueve meses demasiado largos de fiar
Con su OPA, el BBVA desafía al Gobierno, poniéndolo en una posición difícil al borde de la intervención estatal en el sector empresarial.
En la ofensiva sobre el Sabadell, Carlos Torres y su consejero delegado Onur Genç han asumido un riesgo de índole personal que los aboca a convertirse en las primeras víctimas propiciatorias de lo que bien se puede entender como un embarazo indeseado. En el mejor de los casos, la gestación de la oferta se extenderá durante un mínimo de nueve meses sin contar los obstáculos que los distintos organismos reguladores puedan poner. Un periodo demasiado largo de fiar y que coincide con el momento en que los dos máximos espadas del banco opante tienen que renovar, o no, sus respectivos cargos de mando.
Sánchez ha demostrado que no necesita de mayores coartadas para justificar el acomodo de sus comisarios oficiales en las empresas políticas del Ibex. En el caso del BBVA, como bien se puede apreciar, el jefe del Ejecutivo dispone de argumentos pintiparados para remover las aguas turbulentas de una entidad que, para más señas, está inmersa en una causa judicial de esas en las que nunca pasa nada mientras nadie quiera que pase algo. Los tiempos; pasados, presentes y futuros, de lo que muchos consideran un banco mexicano con sede en Bilbao no parecen los más adecuados para certificar la oportunidad de una OPA hostil en el corazón del sistema financiero español. El desenlace de la batalla es cuando menos incierto pero si algo se sabe es que quienes no reconocen su historia están condenados a repetirla.