El café es una de las bebidas más populares en todo el mundo. Se estima que se consumen alrededor de 2.25 mil millones de tazas de café al día en todo el mundo. El café se cultiva en más de 70 países, siendo Brasil el mayor productor de café del mundo.

El café es una bebida que se prepara a partir de granos de café tostados y molidos. Hay diferentes métodos de preparación, como la cafetera de goteo, la prensa francesa, la cafetera italiana y la máquina de espresso. Cada método de preparación da como resultado una taza de café con diferentes sabores y aromas.

Además de ser una bebida deliciosa, el café también tiene varios beneficios para la salud. Se ha demostrado que el café reduce el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2, la enfermedad de Alzheimer y el Parkinson. El café también puede mejorar el rendimiento deportivo y ayudar a quemar grasa.

En resumen, el café es una bebida deliciosa y popular que se consume en todo el mundo. Con una amplia variedad de métodos de preparación y beneficios para la salud, el café seguirá siendo una bebida favorita para muchas personas en el futuro.

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Cuando Nada, de Carmen Laforet, ganó el recién estrenado premio Nadal en el año 1944, no se previó que se convertiría en una de las novelas más relevantes escritas en España en el siglo XX.

A día de hoy, sigue siendo un excelente ejemplo del tremendismo existencialista – un género conocido por su realismo crudo en las tramas-. También se considera, especialmente, un gran referente para las futuras generaciones en la creación del bildungsroman femenino, un tipo de novela que nos sumerge en el proceso formativo vital a través de las experiencias de la mujer.

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En 1952, otra magnífica novela de otra joven y desconocida escritora en aquel momento –y aun actualmente– ganaba de nuevo el premio Nadal. Se trataba de Nosotros, los Rivero, de Dolores Medio. Al igual que la anterior, retrata el mundo interior y las inquietudes de Lena, en este caso, desde sus nueve años hasta su primera edad adulta.

Las chicas raras

Muchas protagonistas de estas novelas son “chicas raras” – un término cariñoso atribuido a Laforet por Carmen Martín Gaite en Desde la ventana– debido a su falta de identificación con las normas de conducta impuestas a las niñas y mujeres de su época.

Se resisten a ser educadas para el matrimonio y a ser confinadas en el hogar bajo la idea de que en ese espacio son ellas quienes tienen el control. Cuestionan la concepción y formación que hombres y mujeres recibían sobre el concepto de feminidad. Y desean ser dueñas de sus decisiones, pasear libremente por las calles, no ser juzgadas y reprendidas constantemente por tener imaginación, estudiar, trabajar y ser independientes y autosuficientes económicamente. El despertar sexual de estas jóvenes no sigue la versión moralista de la época, sino que muestra lo violento, lo morboso o lo oscuro del asunto.

Durante la posguerra, existía una censura moral muy estricta que imponía un modelo de feminidad y eliminaba todo lo relacionado con la expresión del deseo femenino. No es sorprendente que muchos de estos escritos fueran modificados. Leídas tal como fueron concebidas, las obras revelan una profundidad que los intelectuales del franquismo no permitieron mostrar en su momento. Se eliminaban cualquier desviación religiosa, moral, sexual o política impuesta por el estado. Muchos autores, incluidos Dolores Medio, Ana María Matute y Francisco Ayala, vieron impedida la publicación de sus obras. Otros lo lograron al publicar fuera del país y algunos después de haber pasado por la censura del sistema censor.

En muchas ocasiones, se refleja la envidia de la libertad disfrutada por los hombres, en todos los aspectos: social, laboral y sexual. A veces, las autoras ocultan este moderno discurso ideológico e intelectual en defensa de la emancipación de la mujer en boca de los personajes masculinos. Esto sucede en Nosotros, los Rivero con la intervención de Ger, hermano de Lena:

“Y yo me pregunto: ¿por qué va a ‘tener que cargar con ella’ un hombre?… No quisiera pensar que mis hermanas fueran una carga para nadie. […] Afortunadamente, existe un movimiento de reacción en favor de los derechos de la mujer, y ya son muchos los padres que preparan a sus hijas como si fueran muchachos”.

Reconquistando el espacio

Estas novelas no solo presentan un discurso interesante, atractivo e instructivo sobre la situación de las mujeres en una época en la que se imponía sobre ellas el peso del decálogo de la sección femenina sobre el modelo de la perfecta casada – descrito por Fray Luis de León en el siglo XVI-. También ofrecen una fascinante exploración de la inquietud al despertar a la vida durante la infancia y adolescencia, y el deseo de no repetir los moldes aprendidos.

Campaña de cuestación de mujeres de la sección femenina en San Sebastián, 1937.
Campaña de cuestación de mujeres de la sección femenina en San Sebastián, 1937.Kutxateka/Foto Marin, CC BY-NC

Francisca Aguirre, perteneciente a esas mismas generaciones, reflexionó sobre la esencia de ser mujer en esas décadas en España, y afirmó “somos tan sólo el ansia de lo que nunca fuimos”. Las protagonistas de estas historias huyen de eso, recorriendo las calles: evitan mirar un día atrás y sentir que no construyeron la vida que deseaban.

Su proceso de crecimiento vital va de la mano con el deseo de romper las barreras que las encierran en el ámbito doméstico. Y lo hacen llevándonos por paseos y sueños que definen sus ciudades tanto como sus entornos y anhelos.

La destacada relevancia del espacio en estas obras, heredera del espejo instaurado desde la tradición realista de Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós o Leopoldo Alas “Clarín”, genera diferentes grados de limitación en las experiencias femeninas narradas. Estas experiencias varían entre la capital, la ciudad de provincias y el pueblo. La calma con la que se transita por los lugares y la profunda importancia que les otorgan las protagonistas contrastan con el ritmo de vida acelerado y la indiferencia con la que se recorren los espacios tanto en la actualidad como en su época.

Con Lena, de Nosotros, los Rivero, deseamos caminar por las calles de Oviedo, al igual que queremos descubrir los senderos y calas de Las Palmas al pasear con Marta, de La isla y los demonios. Anhelamos perdernos para encontrarnos en las calles de Barcelona con Andrea, de Nada, y nos sentimos sofocados si no tenemos la libertad de volar que le falta a Natalia en Entre visillos. Sea cual sea, ninguno de estos lugares evita la limitación que suponía el entorno sobre la realidad femenina de aquellos años 40, 50 y 60.

Más escritoras de lo que se cree

Además del marco del bildungsroman, el grupo de autoras españolas en esas décadas es tan extenso como prácticamente desconocido: Josefina Aldecoa, Concha Alós, Carmen Barberà Puig, Luisa Carnés, Mercedes Formica, Eulalia Galvarriato, Elena Quiroga, Mercè Rodoreda, Elena Soriano… Algunas escribieron dentro de nuestro país; otras, muchas, desde el exilio (Rosa Chacel o Carlota O’Neill).

La modernidad, compromiso y brillantez de estas autoras y sus obras es perceptible ahora sin la barrera castradora del lápiz censor, reflejando la experiencia femenina de aquella España en esas capitales, ciudades o pueblos que determinaban las libertades sociales y morales de sus habitantes.The Conversation

Maribel Martínez López, Profesora Titular de Literatura Española, Universidad de La Rioja y Coral Azofra Loza, Docente del Área de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad de La Rioja

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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