Las obras de arte de Frida Kahlo son probablemente las pruebas tangibles de las ansias de libertad que marcaron su vida, una existencia a su vez condicionada por sus graves problemas físicos.
A lo largo de su trayectoria, Kahlo construiría su propio personaje, con su particular forma de vestir y arreglarse, con vestidos y joyas indígenas, y su negativa a depilarse cejas y el bigote. Así fue como alcanzó la categoría del mito a través del arte.
Frida Kahlo, mujer de singular mirada, nació el 6 de julio de 1907 en una familia de artistas. Seguramente, nunca pensó que se convertiría en una de las pintoras más famosas de todos los tiempos, así como en todo un referente social tanto dentro como fuera de México.
No fue hasta los 18 años cuando Frida comenzó a mostrar interés por el mundo del arte. La enfermedad que sufrió de pequeña le dejó importantes secuelas físicas permanentes: su pierna derecha quedó mucho más delgada que la izquierda.
Pero su mala fortuna no acabó aquí: el 17 de septiembre de 1925 Frida sufrió un brutal accidente de autobús, cuyas lesiones le impidieron caminar durante tres meses y le obligaron a someterse a treinta y dos operaciones. Esta desgracia la marcaría de por vida, algo que años después reflejaría en sus cuadros. Pero ello no le impidió pintar: un dispositivo compuesto por un caballete especial y un espejo le facilitaba el poder pintar estando en la cama.
Profundamente inspirada por el nacionalismo revolucionario de su país, Frida vestía con largas faldas mexicanas, el cabello trenzado con cintas de colores y joyas de estilo precolombino. Así fue como se pintó en Autorretrato como Tehuana, de 1943, donde se muestra como una mexicana «auténtica», a la vez que enfatiza sus rasgos mestizos.
En 1927, Frida empezó a frecuentar ambientes políticos, artísticos e intelectuales. Fue en las diversas reuniones políticas del Partido Comunista de México donde conoció a su futuro marido: al pintor Diego Rivera, con quien contrajo matrimonio en 1929.
Sin embargo, la relación entre Frida Kahlo y Diego Rivera fue tormentosa, y estuvo marcada por sentimientos encontrados: desde un ferviente amor y un vínculo creativo, hasta llegar a las infidelidades dolorosas, el odio y un divorcio en 1939. Pero Frida hubo de enfrentar aún más desgracias.
Además de los abortos ocasionados por las lesiones del accidente de autobús, en 1953 tuvieron que amputarle la pierna por debajo de la rodilla debido a una gangrena.Este suceso la sumió en una profunda depresión de la que ya no pudo recuperarse y que la llevó a intentar suicidarse en un par de ocasiones. Un dolor y sufrimiento que, además de en sus pinturas, también plasmaba en sus poemas y diarios.
Con la muerte próxima, la voluntad de Frida era clara: «Cuando muera quemen mi cuerpo. No quiero ser enterrada. He pasado mucho tiempo acostada ¡Simplemente quémenlo!». Así sucedió el 13 de julio de 1954. Sus cenizas fueron conservadas en la Casa Azul de Coyoacán, lugar que también la vio nacer.
Tras 70 años de su muerte, recuperamos algunas de las frases más icónicas que esta incansable artista, convertida póstumamente en un símbolo del feminismo a nivel mundial, pronunció a lo largo de su apasionante pero triste vida. Te traemos 6 de las que mejor describen su visión del mundo, el amor y la pintura:
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«Me pinto a mí misma porque soy a quien mejor conozco».
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«Tan absurdo y fugaz es nuestro paso por este mundo, que solo me deja tranquila el saber que he sido auténtica, que he logrado ser lo más parecido a mi misma».
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«Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?».
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«Nada es más valioso que la risa. Se requiere de fuerza para reír y abandonarse a uno, para ser ligera. La tragedia es lo más ridículo».
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«¿Quién les dio la verdad absoluta? Nada hay absoluto, todo cambia, todo se mueve, todo revoluciona, todo vuela y va».
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«Y una cosa puedo jurar: yo, que me enamoré de tus alas, jamás te las voy a querer cortar».