Desde el siglo XVI hasta aproximadamente el XVIII, España e Inglaterra protagonizaron la mayor de las enemistades en la escena internacional: a medida que el primer país se erigía como «dueño del mundo» al tener dominio sobre las nuevas y prometedoras tierras descubiertas, las Américas, crecía el recelo entre la Corona británica, que, como muchas otras de las aspirantes a potencia mundial, también quería su parte del pastel.
No es de extrañar, pues, que en ese período histórico ambas monarquías se enfrentasen en numerosos conflictos, todos ellos iniciados con el objetivo de ganar influencia, imponer su cultura y enriquecerse de los recursos extraídos en territorios lejanos. Así, fueron cuatro las ocasiones en las que esto ocurrió: tal vez pocas en relación con la enorme tensión que existía entre los imperios, pero suficientes para que el curso de la humanidad cambiase por completo.
Hoy en día, afortunadamente, esta animadversión ha quedado en el pasado, y las únicas batallas que pueden llegar a librarse entre los dos países tienen lugar en el campo de fútbol (y no en el de batalla), como es el caso de la Final de la Eurocopa 2024. Pero, como seres incapaces de tolerar la incertidumbre, resulta interesante devolver la mirada hacia esehistorial bélico común para imaginar cuál podría ser el resultadodel partido que se disputará el domingo 14 de julio a las 21 horas.
Cuando se trata de guerra, ¿cuál de los dos países ha salido más victorioso?
La guerra de las armadas, de 1585 a 1604
Panamá, parte de España durante este período, era un lugar geográficamente estratégico: unía la parte norte y sur del continente y, a través de su puerto Nombre de Dios, transitaban las mercancías hacia al Atlántico y luego a la península Ibérica, en el denominado «Camino de Cruces». Así que, por su gran importancia en términos económicos, Gran Bretaña convirtió este territorio en su objetivo.
Para cumplir su gran anhelo, los británicos contaron con la participación de Francis Drake y John Hawkins, dos de los corsarios más temibles de la época. Sin embargo, la armada española logró vencer gracias, por un lado, a unas condiciones meteorológicas desafortunadas y, por otro, a un fuerte ataque que terminó con la muerte de todos los soldados, excepto de los dos dirigentes.
Aunque hasta ese momento el marcador parecía estar en un 1-0, con victoria para España, lo cierto es que esta guerra no solo tuvo lugar en escenario americano. En este sentido, en 1588 el rey Felipe IIquiso invadir Inglaterra con el objetivo de derrocar a la reina Isabel de Inglaterra, quien estaba prestando apoyo a los rebeldes de Países Bajos que se rebelaban contra el dominio español. Y para ello, reunió una flota gigantesca.
La conocida como Armada Invencible contaba con 130 buques de guerra y de transporte, con una tripulación de 12.000 marineros y 19.000 soldados, algo que en parte le jugó en contra: el gran sobrepeso de la flota provocó que sus maniobras fueran lentas y que, de esta forma, el contrincante pudiera rodearlo fácilmente y vencer.
Así sucedió, y en septiembre de ese mismo año lo que quedaba de armada retornó a puertos cantábricos. No obstante, la guerra contra la Corona británica continuaría hasta 1604, cuando ambas monarquías firmaron el Tratado de Londres, el cual puso fin a las hostilidades sin otorgar necesariamente la victoria a ninguna de las dos. Las enemistades subyacentes, pues, continuaron vivas.
Guerra del protectorado, de 1655 a 1660
Solo pasaron aproximadamente 50 años hasta que España e Inglaterra volvieron a enfrentarse en el campo de batalla. Y por la misma razón que había llevado a Drake y Hawkins a luchar en Panamá hacía menos de un siglo: la ambición de dominar territorios americanos. En esta ocasión, sin embargo, un nuevo nombre aparecería en la escena: el de Oliver Cromwell.
Este hombre, actualmente controvertido en la historia inglesa, inició su misión en la Isla de la Española, donde ahora se encuentran República Dominicana y Haití, pero fracasó porque la armada de Felipe IV aplicó la misma estrategia utilizada en el intento de conquista de Panamá. Otro punto para España.
Eso sí, de nuevo el marcador no quedaría intacto, porque en otra empresa Cromwell conseguiría establecer su poder en Jamaica, debilitando así la influencia española en el Caribe. Sin olvidar que en 1657, en la Batalla de Santa Cruz de Tenerife, el Imperio español logró consolidar, a pesar de las pérdidas humanas y materiales, su control sobre las Islas Canarias.
Guerra de la oreja de jenkins, de 1739 a 1748
Otra vez España versus Inglaterra, otra vez el Caribe y otra vez el protagonismo de un personaje. O más bien, el protagonismo de una parte del cuerpo de un personaje: la oreja de Robert Jenkins, que a día de hoy da nombre a esta guerra.
Este conflicto, que ocurrió en el marco de uno más grande -las Guerras de Sucesión Austríaca- comenzó en 1739, cuando ya las hostilidades entre ambas potencias por el dominio de América se volvieron insostenibles. Así, los principales enfrentamientos dieron como resultado la captura de territorios caribeños por parte de Inglaterra, a saber: Portobelo en Panamá (en 1740) y Santiago en Cuba (en 1741).
¿Y qué tuvo que ver una oreja con todo ello? Pues que la guerra detonó cuando el capitán británico Robert Jenkins denunció ante la Cámara de los Comunes, poniendo su propia oreja cortada sobre una mesa, haber sido capturado y torturado por los españoles desde 1731, proceso durante el cual supuestamente le amputaron esta parte del cuerpo.
Asimismo, los ingleses quisieron penetrar en Cartagena de Indias, donde encontraron el arrojo de Blas de Lezo, un personaje clave en este contexto, a quien se le atribuye la frase de «todo buen español debería mear siempre mirando hacia Inglaterra». Allí, el marino consiguió derrotarlos antes de morir a causa de las heridas de guerra.
Este enfrentamiento terminó con el Tratado de Aquisgrán (1748), que tuvo como resultado un statu quo ante bellum: es decir, el restablecimiento de las condiciones anteriores a la guerra, con lo que las regiones capturadas por Inglaterra volvían a pertenecer al Imperio español.
La última guerra entre españa e inglaterra, de 1779 a 1783
España tuvo un papel muy importante, aunque no oficial, en la Guerra de las Trece Colonias: por ejemplo, personajes como Bernardo de Gálvez contribuyeron a la causa de los revolucionarios, mediante el suministro de armas, alimentos y otros enseres que facilitaron la conquista de su independencia frente a la Corona británica.
Esta intervención, por supuesto, no agradó a los ingleses, que no dudaron en volver a enfrentarse al que todavía se consideraba un gran imperio y, por lo tanto, un gran rival. Así, la última guerra anglo-española se disputó entre 1779 y 1783, y tuvo escenarios destacados como las Bahamas -donde españoles y estadounidenses combatieron juntos a los ingleses-, o Menorca -que había estado ocupada por los británicos, igual que Gibraltar, desde comienzos del siglo XVIII-.
Finalmente, la guerra terminó con el Tratado de París, el mismo documento que, por un lado, reconoció oficialmente la Independencia de los Estados Unidos y, por otro, devolvió la isla Balear a España y otorgó paz a estas dos naciones históricamente enfrentadas.