En el antiguo Egipto, una de las profesiones más destacadas y prestigiosas era la de escriba. En una sociedad mayoritariamente analfabeta, los escribas eran personajes sumamente respetados. Sin ellos, la sofisticada maquinaria burocrática faraónica no hubiese podido funcionar. Los escribas llevaban a cabo los recuentos de excedentes alimentarios y registraban el pago de los impuestos, entre otras tareas; algunos incluso escalaron tanto en el escalafón social que realizaron tareas tan delicadas como encargarse de la correspondencia real y ocuparse de trabajos administrativos al más alto nivel.
De todo ello es un magnífico ejemplo la conocida como Sátira de los oficios, uno de los textos sapienciales más famosos del antiguo Egipto que ha llegado hasta nosotros. En esta historia, un escriba llamado Dua-Hety intentará convencer a su hijo Pepy de las ventajas de convertirse en escriba. Para ello glosará las virtudes de esta profesión y denostará sin piedad los demás oficios. Todo ello en un tono no exento de humor.
De la categoría social que aportaba ser escriba son un claro testimonio las numerosas estatuas de estos personajes que han llegado hasta nosotros, en las que se detallan su nombre y títulos. Todas estas estatuas muestran al escriba en la posición característica de su oficio: sentado en el suelo con las piernas cruzadas, sosteniendo un papiro en su regazo. Cuando las contemplamos hoy en día no podemos evitar preguntarnos si mantener esta postura a lo largo de todo el día era lo más adecuado para la espalda…
lesiones de todo tipo
Al parecer, eso mismo se preguntó el equipo de investigadores checos de la Universidad Carolina de Praga y del departamento de Antropología del Museo Nacional de Praga que ha llevado a cabo un estudio que acaba de publicarse en la revista Nature Scientific Reports. En él, se plantean si las tareas repetitivas y las posturas mantenidas relacionadas con la actividad de escriba pueden manifestarse en cambios esqueléticos y si es posible, asimismo, identificar factores de riesgo ocupacional.
Y es que a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, los antiguos «oficinistas» egipcios no contaban con sillas ergonómicas para pasar sentados sus largas jornadas laborales, por lo que adoptaron principalmente la postura mencionada más arriba, que, según los autores del estudio, se convirtió en un auténtico factor de riesgo laboral, ya que les acabó provocando lesiones en manos, muñecas, rodillas, espalda y ¡hasta en la dentadura!
Las posturas adoptadas por los escribas acabaron provocándoles lesiones en manos, muñecas, rodillas, espalda y ¡hasta en la dentadura!


Dibujo que indica las regiones más afectadas de los esqueletos de los escribas a causa de las posturas que adoptaban en su trabajo.
Dibujo que indica las regiones más afectadas de los esqueletos de los escribas a causa de las posturas que adoptaban en su trabajo.
Jolana Malátková (dibujo)
Para llevar a cabo esta ambiciosa investigación, los autores analizaron los restos de 69 varones adultos procedentes de la necrópolis de Abusir, en el Bajo Egipto, que vivieron durante el Reino Antiguo, entre los años 2700 y 2180 a.C. Treinta de ellos fueron escribas (tal como indicaban las inscripciones halladas en sus tumbas), y, por consiguiente, sus esqueletos presentaban cambios articulares más degenerativos en zonas concretas que el resto de sujetos estudiados.


Artrosis de la articulación temporomandibular de uno de los individuos estudiados. A. Base del cráneo con ambas fosas mandibulares que muestran artrosis. B. Eburnación en la fosa mandibular izquierda. C. Lesiones subcondrales en la fosa mandibular derecha. D. Deformación del contorno articular y cambios marginales del proceso condilar izquierdo.
Artrosis de la articulación temporomandibular de uno de los individuos estudiados. A. Base del cráneo con ambas fosas mandibulares que muestran artrosis. B. Eburnación en la fosa mandibular izquierda. C. Lesiones subcondrales en la fosa mandibular derecha. D. Deformación del contorno articular y cambios marginales del proceso condilar izquierdo.
Šárka Bejdová
Por ejemplo, el estudio reveló que estas personas sufrieron sobrecargas musculares y articulares en la columna cervical, hombros, pulgares, rodilla derecha (hendiduras en las rótulas), articulación temporomandibular (la bisagra que conecta la mandíbula con la parte lateral de la cabeza), así como lesiones en las conexiones musculares y ligamentosas del húmero y la cadera izquierda y en el tobillo derecho (en este caso, por pasar en cuclillas largos períodos de tiempo). En total se registraron 1.767 lesiones de diversos tipos.
riesgos laborales
Pero no solo se han documentado lesiones. En muchos casos hubo también cambios degenerativos en las articulaciones y en las conexiones musculares de esas zonas concretas, algo que muchas veces no causaba síntomas demasiado evidentes. «Al igual que hoy en día, muchas personas no saben que tienen osteoartritis», aclara la investigadorea Petra Brukner Havelková, autora principal del estudio.
Brukner, asimismo, ha puesto de manifiesto que, al igual que los actuales oficinistas, estos escribas del Reino Antiguo «tendrían la misma tensión en la columna cervical por una postura inadecuada de la cabeza, probablemente osteoartritis de la mano o la muñeca, por el uso excesivo del ratón, así como cambios en los huesos sentados y la columna lumbar por permanecer demasiado tiempo sentados […]. Pero, por lo demás, ciertamente estuvieron expuestos a los mismos factores de riesgo laboral».
Como se ha apuntado más arriba, conocemos la posición que adoptaban los antiguos escribas en su trabajo principalmente por las estatuas que conocemos. Pero ¿adoptaron alguna postura más? Según los investigadores, básicamente fueron tres: con las piernas cruzadas (la más característica y conocida), en cuclillas o con una pierna en cuclillas y la otra con la rodilla en el suelo (esta posición aparece representada en algunas pinturas murales de las tumbas).
Según Brukner, los antiguos escribas egipcios estuvieron expuestos a los mismos factores de riesgo laboral que los oficinistas actuales.


A. Escriba Nefer sentado en la posición típica de un escriba, con las piernas cruzadas. Estatua procedente de su tumba de Abusir. B. Posición arrodillada y en cuclillas. Dibujo de un relieve de la tumba del enano Seneb. C. Posición de pie. Tumba de Seneb. D. Diferentes posturas de las piernas de los escribas basadas en decoraciones de tumbas.
A. Escriba Nefer sentado en la posición típica de un escriba, con las piernas cruzadas. Estatua procedente de su tumba de Abusir. B. Posición arrodillada y en cuclillas. Dibujo de un relieve de la tumba del enano Seneb. C. Posición de pie. Tumba de Seneb. D. Diferentes posturas de las piernas de los escribas basadas en decoraciones de tumbas.
Martin Frouz (foto) / Jolana Malátková (dibujos)
Aunque todas estas posturas puedan explicar la mayoría de lesiones, hay una que, sin embargo, puede resultar un tanto sorprendente: la de la mandíbula. ¿Cómo se producía? Según explican los investigadores en su estudio, estos funcionarios escribían con pinceles hechos con junco, que se cortaba de forma inclinada y se masticaban por la parte inferior para formar una cabeza parecida a un pincel. Así que, posiblemente, cuando la pluma se desgastaba volvían a cortar el extremo y masticaban la siguiente sección. Este acto frecuente de masticación podría explicar la lesión mandibular y también producir un desgaste dental asimétrico.
Otra lesión curiosa es la de los pulgares. ¿Cómo se explica? Pues, según los investigadores, la degeneración de los pulgares derechos que se ha detectado en muchos casos podría indicar que los escribas pellizcaban repetidamente sus útiles de trabajo…
los protagonistas del estudio
Por otra parte, los autores del estudio consideran que aunque el oficio de escriba no era una profesión que demandara un gran esfuerzo físico, sí que, evidentemente, muchos de ellos debieron de sufrir dolores a causa de sus lesiones. Para combatirlos probablemente recurrieron a los remedios médicos de la época, así que posiblemente hicieron uso de opiáceos o ungüentos para aplicar tópicamente, que debían de contener tal vez barro del Nilo y aceite.
Y a todo esto ¿sabemos quiénes eran los sujetos estudiados? Pues en algunos casos sí. Concretamente seis de estos individuos poseían un título de escriba propiamente dicho: por ejemplo Sekhemka, que fue «escriba de tesorería»; Nyankhseshat, «escriba de los archivos»; Nefershepes, «supervisor de los escribas de la tripulación»; Nefer, «supervisor de los escribas de los documentos reales»; un «escriba de los niños reales» del cual no sabemos su nombre; Idu Faaf, «escriba del rey», e Inti Pepyankh, «inspector de los escribas de documentos reales en presencia», que fue enterrado con las herramientas propias de su profesión.
Seis de los individuos que han sido analizados para el estudio poseían un título de escriba propiamente dicho.


Escriba sentado del Museo Egipcio de El Cairo. Dinastía IV.
Escriba sentado del Museo Egipcio de El Cairo.
Dinastía IV.
Y es que a pesar de las indudables incomodidades y riesgos para la salud musculoesquelética que este interesante estudio atribuye al desempeño de esta profesión, la importancia que daban los antiguos egipcios al trabajo de escriba queda estupendamente reflejada en un fragmento de la Sátira de los oficios: «Mira, nada hay mejor que los libros; son como un barco en el agua […]. Voy a hacer que ames los escritos más que a tu madre, voy a presentar sus bondades ante ti. Es más grande que cualquier otra función; no existe en la tierra su igual […]». Seguramente Dua-Hety, el protagonista del relato, creía sin duda que las ventajas de ser escriba superaban con creces a los inconvenientes.