La «computadora mecánica» más antigua que se conoce permaneció oculta casi durante dos mil años en el fondo del mar, cerca de la isla griega de Anticitera, y aunque hace mucho tiempo que dejó de funcionar (se halló fragmentada y con sus engranajes corroídos) ha conservado parte de su información original grabada en griego antiguo.
El conocido como mecanismo de Anticitera, descubierto por buceadores de esponjas en la isla griega del mismo nombre en 1901, fue creado hace unos 2.200 años, en el siglo II a.C., y a día de hoy sigue fascinando a los investigadores que lo estudian para intentar arrancarle todos sus secretos.
Este complejo dispositivo contiene una serie de intrincados engranajes que permitían a los antiguos griegos no solo predecir eclipses y calcular posiciones astronómicas, sino también, gracias a unos agujeros realizados en una pieza llamada «anillo del calendario», registrar los días del año con una sorprendente precisión.
Calendario lunar
En 2020, unas imágenes del «anillo del calendario» del mecanismo obtenidas con rayos X revelaron nuevos detalles acerca de los agujeros practicados alrededor del anillo. Sin embargo, la fragmentación del anillo impidió determinar su número exacto, aunque investigaciones anteriores ya sugerían que podría haber entre 347 y 367 incisiones.


El mecanismo de Anticitera fue descubierto en las costas de la isla del mismo nombre en 1901.
El mecanismo de Anticitera fue descubierto en las costas de la isla del mismo nombre en 1901.
Kostas Xenikakis, National Archaeological Museum, Athens Antikythera Mechanism Research Project
La prueba de que el mecanismo sigue suscitando un enorme interés entre los científicos es el nuevo estudio que se ha publicado en el Horological Journal, en el que investigadores de la Universidad de Glasgow, liderados por el profesor Graham Woan, han aplicado una técnica llamada análisis bayesiano, un método que utiliza la probabilidad para cuantificar la incertidumbre basada en datos incompletos, para determinar el número de agujeros y la posición que habrían ocupado en el anillo (asimismo usaron otros métodos, como el de Monte Carlo de la cadena de Markov y de muestreo anidado).
Los resultados determinaron que el mecanismo probablemente habría tenido entre 354 y 355 agujeros, una cifra que corresponde al calendario lunar griego de ese momento en lugar del calendario solar de 365 días utilizado por los antiguos egipcios, y que hasta ahora los investigadores creían que era el que seguía.
El movimiento de los cielos
«Me intrigó el problema cuando un colega me mostró los datos recopilados por el youtuber Chris Budiselic, quien buscaba replicar el anillo calendario. Durante las vacaciones de Navidad utilicé técnicas estadísticas para abordar la cuestión y nuestros resultados mostraron que el anillo probablemente tenía 354 agujeros», explica Graham Woan.
De un modo simultáneo, Joseph Bayley, del Instituto de Investigación Gravitacional de la Universidad de Glasgow, aplicó técnicas que ya habían sido empleadas por su equipo para analizar las señales de los detectores de ondas gravitacionales del Observatorio de Ondas Gravitatorias por Interferometría Láser (LIGO por sus siglas en inglés). Estas técnicas se usan para medir las minúsculas ondulaciones en el espacio-tiempo causadas por eventos astronómicos masivos, como la colisión de agujeros negros.


Reconstrucción que muestra cómo pudo ser el mecanismo de Anticitera.
Reconstrucción que muestra cómo pudo ser el mecanismo de Anticitera.
Kgbo (CC BY-SA 4.0)
Los métodos utilizados por Woan y Bayley sugerían nuevamente que el anillo probablemente contenía 354 o 355 agujeros con una variación radial promedio de solo 0.028 mm entre cada agujero. «Las técnicas duales que aplicamos aumentan enormemente la probabilidad de que el ‘anillo del calendario’ siguiera el calendario lunar. Este trabajo me ha causado aún más admiración por el mecanismo de Anticitera y la habilidad meticulosa requerida para su fabricación», afirma Bayley.
Por su parte, Woan cree que «es fascinante que técnicas modernas utilizadas para estudiar el universo nos permitan entender mejor un dispositivo que ayudó a los antiguos griegos a seguir el movimiento de los cielos. Esperamos que nuestros hallazgos nos permitan profundizar en la comprensión de cómo se construyó y utilizó este notable mecanismo», concluye.