El 2 de julio ha sido una fecha con connotaciones negativas a lo largo de los siglos, especialmente en la Edad moderna y contemporánea, con muertes y desapariciones de personajes destacados.
Esta serie de fallecimientos comenzó en 1778, cuando el filósofo Jean-Jacques Rousseau murió enfermo y al borde de la miseria, dos días después de su 66º cumpleaños. A pesar de ser enterrado como hombre célebre en el Panteón de París, sus restos fueron colocados junto a los de Voltaire, su gran enemigo en vida.
En 2 de julio de 1931, falleció Peter Kürten, conocido como el «vampiro de Düsseldorf». Su muerte en la guillotina no causó tristeza entre sus contemporáneos, ya que fue uno de los asesinos más crueles de la historia. Pasó más de veinte años cometiendo crímenes antes de ser juzgado y condenado a pena de muerte.
Seis años después, en 1937, la desaparición de Amelia Earhart, una figura destacada de la aviación, conmocionó a la población. La Marina de Estados Unidos concluyó que ella y Fred Noonan murieron al caer al océano, aunque sus cuerpos nunca fueron encontrados.
En 1961, falleció el escritor Ernest Hemingway en Ketchum, Idaho, Estados Unidos. Aunque algunas teorías sugieren que se suicidó, el episodio sigue siendo un misterio. Su obra, ganadora del Nobel de Literatura en 1954, ha influido en generaciones futuras de escritores.
Hace 25 años, Mario Puzo murió como un famoso autor adinerado, a pesar de sus compromisos financieros previos. Su vida inspiró la escritura de «El padrino», una obra que llegó a Hollywood de la mano de Francis Ford Coppola. Después de eso, Don Corleone pagó todas las deudas.
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