¿Has reflexionado alguna vez sobre tu diálogo interno diario? ¿Cómo te tratas en momentos difíciles, cuando las cosas no salen como esperabas? ¿Te hablarías de la misma manera si fueras alguien importante para ti? ¿Te tratarías con la misma dureza?
En la mayoría de casos, cuando nos hacemos estas preguntas —o alguien cercano que nos aprecia nota la severidad con la que nos tratamos— la respuesta suele ser un rotundo no. Entonces, ¿por qué lo hacemos con nosotros mismos?
En nuestra sociedad, se promueve el cuidado y la compasión hacia los demás, pero no tanto hacia nosotros mismos. En este artículo exploraremos qué es la autocompasión, sus beneficios, y los mitos asociados a ella, como la creencia de que es sinónimo de lástima, y cómo cultivarla.
¿Qué es la autocompasión?
En general, muchas personas tienen un diálogo interno crítico y juzgador hacia sí mismas. Por otro lado, la autocompasión implica ser amable y comprensivo en momentos de sufrimiento. Según Kristin Neff, una destacada autora en este tema, la autocompasión se compone de tres elementos principales:
- Bondad hacia uno mismo: hablarse con calidez en lugar de crítica.
- Humanidad compartida: reconocer que el sufrimiento es parte de la experiencia humana.
- Atención plena: ser consciente de las emociones y permitirse sentirlas sin juicio.
A diferencia de la autoestima, que a menudo se basa en comparaciones externas, la autocompasión es más estable y no está vinculada a estos aspectos. Investigaciones han demostrado que la autocompasión se relaciona de manera positiva con la salud mental y el bienestar, y de manera negativa con la ansiedad, la depresión y el estrés.
Además de estos beneficios, la autocompasión también se ha asociado con una mayor resiliencia emocional y mejores relaciones interpersonales. Se ha observado que esta práctica tiene impactos positivos a nivel físico, hormonal, cerebral y conductual.

Diferencias entre autocompasión y tenerse pena
Cuando sentimos lástima por nosotros mismos, solemos sumergirnos en el dolor sin buscar soluciones, adoptando una actitud de víctimas. Por otro lado, la autocompasión nos impulsa hacia la superación personal y la resiliencia. Otra diferencia es que la autocompasión nos motiva al crecimiento, mientras que la lástima nos deja paralizados y sin esperanza.
La autocompasión nos permite entender el sufrimiento como parte de la experiencia humana, sin juzgarlo. Este enfoque nos ayuda a integrar la experiencia de forma adaptativa y favorece nuestro crecimiento personal. A pesar de los beneficios, existen mitos sobre la autocompasión, como la creencia de que es sinónimo de debilidad, conformismo o egoísmo.
- “Autocompasión es debilidad”: sin valentía, no podemos afrontar el dolor.
- “Autocompasión es conformismo”: nos impulsa hacia el movimiento y el crecimiento.
- “Autocompasión es egoísmo”: implica tratarnos con respeto sin dañar a los demás.
Existen diversas formas de cultivar la autocompasión, pero requiere un proceso de aprendizaje constante. Es importante practicar regularmente para integrar esta nueva forma de tratarnos, acompañarnos y ser compasivos con nosotros mismos. A continuación, se presentan algunas herramientas útiles para comenzar este camino:
- Preguntarse cómo trataríamos a un ser querido en la misma situación.
- Recordar los principios básicos de la autocompasión.
- Buscar alternativas compasivas en lugar de críticas.
- Escribir un diario y leerlo desde una perspectiva compasiva.
- Practicar meditaciones de bondad y compasión.
- Sumergirse en la atención plena o mindfulness.
- Darse abrazos y caricias con ternura en momentos difíciles.
