El método de los hoteles con buffet libre para reducir la cantidad de comida consumida por los clientes a lo largo de su estancia

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Al momento de planificar las tan esperadas vacaciones, cada viajero busca su propia manera de relajarse y disfrutar de su merecido tiempo libre. En un mundo lleno de opciones, las alternativas para disfrutar de unas merecidas vacaciones son variadas, al igual que los destinos por explorar. A pesar de ello, los paquetes vacacionales con la modalidad «todo incluido» siguen siendo una opción clásica para los turistas. Esta alternativa, escogida por aquellos que desean ahorrar tiempo y centrarse en el destino, el clima agradable y la compañía, ofrece la ventaja de evitar la tarea de elegir dónde y qué comer cada día.

En la industria hotelera, la satisfacción del cliente es esencial. Sin embargo, detrás de las sonrisas amables y los bufés lujosos, los hoteles tienen sus propios métodos para controlar costos y maximizar ganancias. Uno de los más ingeniosos, aunque muchas veces pasan desapercibidos por los huéspedes, es el sutil arte de hacer que coman menos en los bufés. Existen diversas estrategias para lograrlo, siendo una de las más destacadas el conocido «truco del tercer día». Pero, ¿en qué consiste exactamente esta táctica para ahorrar dinero?

El festín del primer día de bufé libre

Detrás de la aparente generosidad de los hoteles al ofrecer un bufé libre con una amplia variedad de opciones, se esconde un interés por maximizar las ganancias a un costo mínimo. Esta estrategia, llamada el «truco del tercer día», es una artimaña psicológica que manipula de forma sutil los hábitos de consumo de aquellos que optan por disfrutar de un «todo incluido». La idea es simple: en el primer día de hospedaje, los huéspedes suelen lanzarse con entusiasmo a un festín gastronómico sin restricciones.





Imagen de un buffet libreFoto de Jia Ye en Unsplash

Cambio en los hábitos de consumo de los clientes en desayunos, comidas y cenas

La realidad detrás de esta estrategia se revela a medida que pasan los días. Diversas investigaciones han demostrado que las dinámicas de consumo de los clientes son analizadas previamente por las cadenas hoteleras, que utilizan esta información en su propio beneficio, calculando el impacto financiero en sus balances. Según Rubén Úbric, director corporativo del servicio de restauración de una destacada cadena hotelera, «es imposible estar comiendo y bebiendo en exceso durante una semana. Al principio, todos abusamos de la comida y la bebida, pero a partir del tercer día todo se modera. Cambiamos el whisky por el agua con gas… y nosotros calculamos la media».

El cambio del tercer día que reduce el consumo de los clientes

Esta técnica, cuidadosamente diseñada, aprovecha el proceso mental por el cual los consumidores pasan gradualmente de la euforia inicial a la moderación y, finalmente, al cansancio. Los hoteles anticipan este patrón de comportamiento, guiando al cliente desde la voracidad hacia elecciones más equilibradas. A partir del tercer día, las preferencias alimenticias cambian por completo: la carne y las grasas son reemplazadas por ensaladas y proteínas a la plancha. Las bebidas alcohólicas dejan paso a los refrescos y, en muchos casos, al agua.

Cabe destacar que esta estrategia no solo favorece a los consumidores al promover hábitos más saludables, sino que también ahorra costos a los hoteles al reducir el consumo de alimentos y bebidas. Así, el truco del «tercer día» se convierte en un ejemplo revelador de cómo las cadenas hoteleras utilizan la psicología del consumidor para gestionar de manera eficiente y rentable los paquetes «todo incluido». Incluso el conocido influencer @JoeBurguerChallenge -quien se autodenomina Comedor profesional y devorador de bufés- ha compartido un video sobre estas prácticas hoteleras, que ha recibido más de 250.000 «me gusta».

No obstante, esta no es la única estrategia empleada por los hoteles para reducir la cantidad de comida que los clientes consumen en sus bufés, ya sea en el desayuno, la comida o la cena. El desayuno es uno de los momentos preferidos por los huéspedes, al que dedican más tiempo y que más valoran en todas las estadísticas. Una de las tácticas más comunes es utilizar platos más pequeños. Al contener menos comida, se sirven menos alimentos, lo que lleva a un menor consumo y desperdicio. La lógica es simple: los huéspedes pueden llenar su plato y sentir que han comido lo suficiente, cuando en realidad han servido menos en comparación con un plato más grande.

Ubicación estratégica de los alimentos

Otra práctica extendida es la disposición de los alimentos. Los hoteles suelen colocar al principio del bufé los alimentos más económicos y menos populares, reservando los platos más costosos y atractivos para el final. Un ejemplo claro es el pan, que suele estar colocado de manera destacada porque es un alimento económico y saciante. Esta estrategia de situar los productos más baratos al principio permite que, al llegar a las opciones más caras, los huéspedes ya tengan sus platos llenos o casi llenos, reduciendo la cantidad de estos platos más costosos que se sirven. Asimismo, los bufés están diseñados para dar la sensación de abundancia sin ofrecer realmente una cantidad excesiva de alimentos caros. Esto se logra reponiendo con regularidad las bandejas de comida y utilizando recipientes más pequeños para los alimentos más costosos, limitando así la cantidad disponible de los productos más caros aunque siempre parezca haber suficiente comida.




Estos son los trucos que los hoteles emplean en sus bufés para no perder dinero
Estos son los trucos que los hoteles emplean en sus bufés para no perder dineroally jPixabay

Carteles atractivos versus simples en los productos del bufé

Los hoteles también utilizan descripciones detalladas y atractivas para ciertos alimentos, mientras que otros están simplemente etiquetados con sus nombres básicos. Las descripciones detalladas pueden hacer que los alimentos parezcan más apetitosos y, por ende, más «llenos», lo que puede llevar a los huéspedes a sentirse satisfechos con menos.

Un ambiente sosegado

El ambiente también desempeña un papel crucial. Música suave, iluminación tenue y una disposición agradable pueden influir en la velocidad a la que las personas comen y en la cantidad que consumen. Un entorno relajante anima a los huéspedes a disfrutar de su comida de manera más pausada. Esta técnica utiliza una lógica similar a la empleada en los supermercados. Numerosos estudios indican que la música tranquila hace que los clientes permanezcan más tiempo en la tienda y gasten más. En el caso de los hoteles, un ambiente tranquilo durante el desayuno o la comida fomenta una alimentación más pausada, lo que conlleva a sentirse saciado antes y, por ende, a consumir menos alimentos.

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