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Distrito
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La conmemoración del Día del Trabajo el 1 de mayo tiene sus raíces en el año 1886, y a pesar de los cambios en el tiempo y el progreso económico, las demandas históricas de este movimiento, lideradas anualmente por los sindicatos, han sido consistentes. Sin embargo, en esta ocasión, todo (y al mismo tiempo nada) ha cambiado.

Entre el 1 de mayo de 2023 y hoy ha ocurrido un punto de inflexión en el ámbito de las relaciones laborales. Curiosamente, su epicentro no se encuentra en la legislación proveniente del Congreso de los Diputados o La Moncloa, ni en las propuestas de sindicatos o patronales, sino a 9,364.53 kilómetros en línea recta desde la capital española: en un lugar llamado Hollywood.

El año pasado, la ‘ciudad de las estrellas’ fue testigo de una huelga de guionistas que se inició el 2 de mayo y se prolongó durante 148 días, paralizando una de las industrias más prósperas de Estados Unidos y desencadenando más tarde una huelga de actores que duró 118 días. ¿La razón? Por primera vez, las condiciones laborales y las demandas salariales no fueron el centro de las protestas de los trabajadores, sino que la influencia de la Inteligencia Artificial generativa en sus trabajos y, sobre todo, en su futuro, impulsó un movimiento sin precedentes.

«Alexa no nos reemplazará», «La Inteligencia Artificial no es arte», «He escuchado que la IA no toma notas» o «La IA se come los cerebros» fueron algunos de los lemas en las pancartas que llevaban los manifestantes por las calles de Los Ángeles. Detrás de ellos, solo había un sentimiento: el miedo a que la innovación tecnológica acabara con sus empleos. Esta no es la lucha del trabajador contra el empleador, es la del trabajador -cualquiera que sea- contra el futuro.

El conflicto se resolvió con un acuerdo con las productoras que trajo paz al gremio, aunque el pacto no se firmó con las empresas responsables de la Inteligencia Artificial cuyos alcances son incontrolables. Sin embargo, la huelga marcó el camino que seguirá a corto plazo la negociación colectiva y la lucha sindical a nivel global.

España aún no ha experimentado algo similar, y los sindicatos de clase, UGT y CCOO, no incluyen el desafío de la digitalización y de tener presencia e importancia en la economía digital entre sus prioridades para este día. En su manifiesto conjunto por el 1 de mayo, apenas hacen menciones al respecto. Su enfoque se centra en reclamos tradicionales como mejorar los salarios, aumentar el empleo y la popular reducción de la jornada laboral. El anhelo de muchos: trabajar menos y ganar más.

Buscan así batallas con resultados tangibles a corto plazo para contentar a sus afiliados y ganar influencia; prefieren esto a considerar una transformación de su rol frente a un mundo digital. Esta estrategia se alinea con la política, que establece metas cercanas y medibles -con posibles beneficios electorales- sin abordar los grandes temas que preocuparán al país a largo plazo, como los deficientes resultados educativos o el desafío del agua que enfrentará España en el futuro. Las generaciones futuras se ocuparán de las sombras del porvenir.

Los logros a corto plazo permiten a los representantes de los trabajadores contrarrestar una tendencia que se ha manifestado en el mundo desarrollado paralelamente a la disminución de la importancia del sector industrial en favor de los servicios: una disminución generalizada de la afiliación sindical. En el caso de España, la OCDE revela que el porcentaje de empleados afiliados a un sindicato ha descendido del 17% a principios de siglo al 12.5% en 2019 (los datos más recientes), muy por debajo de los niveles en el Norte de Europa (alrededor del 67%).

Según los datos más recientes proporcionados por los sindicatos, en España hay cerca de 300,000 representantes sindicales en empresas, lo que representa un 2% del total de 14.5 millones de asalariados del sector privado.

Riesgos en el horizonte

Dado que la influencia de los sindicatos es mayor en los trabajos de baja cualificación, la posible amenaza que la IA representa para los empleos que requieren menos formación en las próximas décadas debería preocupar a estas organizaciones, cuyo peso podría estar en riesgo. La Organización Internacional de los Trabajadores (OIT) ha advertido que «la transformación digital de la economía tiene implicaciones significativas para las condiciones laborales y, por ende, para el empleo colectivo y las relaciones laborales».

Entre los riesgos identificados por esta organización se encuentran que «la agenda del diálogo social se enfoca más en temas y prioridades tradicionales (business as usual)», como los salarios y la jornada laboral; que «la negociación colectiva se queda rezagada frente a la digitalización, ya que suele reaccionar lentamente al cambio estructural»; que «la demanda laboral generada por la transformación digital tiende a favorecer a perfiles más cualificados, cuya tasa de afiliación sindical es menor«; que «falta compromiso de los representantes de los trabajadores en las etapas iniciales de la transformación digital»; que «existen efectos potencialmente negativos en la representación colectiva de los trabajadores, ya que la disminución de empleos debido al creciente uso de máquinas puede alterar los umbrales mínimos requeridos para la representación»; que «la fijación total o parcial de salarios individualizados y/o la remuneración complementaria socavan la negociación colectiva»; que «los sindicatos enfrentan desafíos cada vez mayores para representar y organizar a los trabajadores dispersos geográficamente«; que «la subcontratación por parte de las empresas puede dificultar la sindicalización» o que en un mundo digitalizado «las relaciones laborales están individualizadas y fragmentadas».

La amenaza está presente, ahora solo falta la voluntad de prevenirla. Los sindicatos en España afirman ser conscientes de la transformación que se avecina y del desafío que representa.

En la víspera de esta efeméride, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, mencionó que el nuevo modelo de empresa enfrenta desafíos con la descentralización y la digitalización. La utilización del trabajo autónomo ha complicado aún más esta situación. Es necesario modernizar el marco regulatorio para adaptarse a esta nueva realidad, como lo plantea la ley rider. Los representantes sindicales deben comprender cómo se configuran los algoritmos de las plataformas digitales para negociar las condiciones laborales.

Por otro lado, el sindicato UGT también se ha adaptado a los cambios en la sociedad y en las empresas, brindando apoyo a trabajadores en situaciones como el teletrabajo. La revolución tecnológica en curso está transformando todos los aspectos de la vida social, incluyendo los sistemas productivos, la logística y la gestión. Los representantes sindicales deben anticiparse a los desafíos que surgen de la disrupción tecnológica y encontrar soluciones para calmar los temores de los trabajadores en sectores amenazados. La adaptación rápida es esencial para sobrevivir en un mundo en constante cambio.

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