En el más allá, en un mundo distinto

Distrito
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Pepe, nuestro querido amigo, fue llevado por una enfermedad traicionera poco después de la partida de Emilio. Ambos eran personas buenas, cercanas y sencillas, quizás su amistad les hacía parecidos.

La llamada de la muerte los abordó mientras caminaban hacia el atardecer de la vida, siempre dispuestos a tender la mano, sonreír ampliamente, contagiar confianza, paz y abrazos.

¿Se habrán encontrado ya en el más allá? Cuando lleguemos, ¿nos reuniremos de nuevo?

Y aquellos que ya han cruzado al otro lado, ¿nos estarán esperando?

En lo más profundo siento que la muerte es un engaño. ¿Hay algo más absurdo que dar la vida, permitirnos amar y ser felices, para luego arrebatárnosla?

Sé que he nacido para vivir, y que la felicidad es mi destino. Aunque ahora no pueda, confío en que Dios me purificará para renacer en la Creación Nueva.

Una amiga solía pedir a sus familiares que pidieran rezar por lo que deseaban alcanzar, temiendo olvidarlos al estar tan feliz ante Dios. ¿Es posible ser feliz sin nuestros seres queridos al otro lado?

La Transfiguración de Jesús en el monte Tabor muestra que en Dios no se pierden las relaciones personales, se perfeccionan.

La presencia de Dios en el Sagrario nos invita a escuchar su voz en la intimidad, sanando nuestra ceguera y dureza de corazón.

Necesitamos escuchar a Dios, pues lo importante es lo que Él nos dice y transmite, como decía Santa Teresa de Calcuta en su libro «Camino de sencillez».

Francisco Javier Lage Ferrón

Fuente (para controlar el refrito): https://www.elconfidencialdigital.com/articulo/la_voz_del_lector/alla-mundo/20240611004546795950.html

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